Pregón María José Martín Moreno. 2022
PREGON DE LA SEMANA SANTA DE CÓMPETA 2022
IGLESIA NTRA. SRA. DE LA ASUNCIÓN
SÁBADO, 9 DE ABRIL DE 2022
MARÍA JOSÉ MARTÍN MORENO
Recuerdos de tronos en la calle,
de procesiones con imágenes
de velas, incienso y capirotes
de toda la familia de cofrades.
No pudimos verte
subido en un pollino,
aclamándote como Rey
formando algarabía como niños.
Madre, no pudimos ver tu hijo con la Cruz,
ni tampoco crucificado,
ni las lágrimas en tu rostro
cuando lo cogiste muerto en tu regazo.
He querido que mis primeras palabras hayan sido de recuerdos, pues durante dos años no se han procesionado imágenes por las calles. El 14 de marzo de 2020 fue decretado el Estado de Alarma por el Gobierno, este estado fue provocado por un virus llamado Covid-19, que hizo que viviéramos y sigamos viviendo a día de hoy una pandemia. Estuvimos encerrados en nuestras casas y sólo salían a trabajar los que realizaban trabajan esenciales, tuvimos mucho miedo por la incertidumbre de un virus que se iba propagando y arrebatando miles de vidas, en especial la de los mayores, en la soledad más absoluta. En el año 2021 durante la Semana Santa pudimos realizar todos los actos oficiales y celebrar los oficios en la Iglesia acompañados con un toque de queda que obligaba a estar en casa a las 10 de la noche, no hubo ninguna procesión. Creo que esta pandemia que no imaginábamos ni en los sueños más lejanos, tiene que quedar con dolor en nuestros corazones y guardada en los archivos históricos
Quiero dar las gracias a mi amigo Juanma por su presentación, por tus palabras como siempre sencillas pero dichas del corazón por la gran amistad, cariño y estima que nos une. El Señor nos dio el regalo de ser hermanos en la fe y esa unión nos ha hecho compartir momentos inolvidables que quedan guardados en mi corazón. Doy gracias a Dios, porque cada día veo su presencia en Ti.
Sr. párroco Liviu, Sr. Rector Juanma, Sr. Alcalde Obdulio, Presidenta del Grupo Parroquial Pili, Hermanos Cofrades, hermanos que habéis hecho que ahora yo esté aquí como pregonera y Amigos en la fe; la solemnidad de este acto carece de brillantez, sin la presencia y el calor de todos ustedes.
Quiero dedicar este pregón a quienes me están acompañando desde el cielo, mi hermano Gerardo, mi padre y mis abuelos. Y aquí sentada, a mi madre, a la que debo todo mi ser, la madre que siempre está ahí. Os quiero, Mamá te quiero, aunque pocas veces te lo diga, con todo lo que tú te mereces. Sin mis padres, no sería la mujer que ahora estáis viendo y escuchando y sin olvidar mi familia y mis amigos, pilares fundamentales en mi vida.
Quien me iba a decir que tras la vuelta de unas vacaciones en Septiembre del año pasado, conversando en el tren, se me iba a encomendar la tarea de realizar el Pregón de Semana Santa de Cómpeta 2022.
Otra vez, se vuelve a repetir la historia, otra vez Pili, Loli y yo, tres amigas hablando como tantas muchas veces de Semana Santa. Mi respuesta fue, que no me importaba hacerlo, al contrario, la verdad es que me gustaría mucho, el único problema que había, si se podía llamar problema, es que no tenía nada preparado y lo peor nada en mente, ningún esquema, ni siquiera el cómo empezar.
Tenía delante de mí una tarea ardua y un corazón partío, un pregón cofrade o un pregón de mujer de iglesia. Sabía que tenía que dedicar un montón de horas para poder sacar adelante este trabajo tan bonito y complicado a la vez, pero que es la vida si no nos proponemos metas y si no intentamos superarnos cada día.
Por tanto, es un gran honor y una inmensa alegría ser la pregonera de la Semana Santa de Cómpeta 2022.
Se abre la biblia, se enciende la vela y se apagan luces de la iglesia.
SEÑOR, ABRO MI CORAZÓN A TI,
TÚ ERES LO ÚNICO QUE TENGO,
NUNCA ME FALLAS
Y ME SOSTIENES EN TODO MOMENTO,
ME CONSUELAS CUANDO ESTOY TRISTE,
ME REGALAS LA PAZ QUE ANHELA MI ALMA,
Y ME DAS SABIDURÍA,
PUES HOY YO NECESITO DE TI,
DE TU AMOR, DE TU GRACIA Y DE TU PERDÓN.
Señor, viene a mi mente,
¡Hijo ahí tienes a tu madre, y Madre ahí tienes a tu hijo!
Mi pregón es un estar cerca de ti Señor acompañándote en todo momento pero no quiero olvidar a tu madre, por ello mi pregón será un rezo de los misterios del Santo Rosario. Con ello haré un homenaje a todas aquellas mujeres que en su casa, en silencio te rezaron y te rezan cada día, y en especial a mis abuelas.
Como todo Rosario, se empieza en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Comenzamos con los misterios gozosos, en los que se encuentran la Encarnación de Jesús, la Visitación a su prima Santa Isabel, el Nacimiento de Jesús en Belén, la Presentación de Jesús en el Templo y el Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
En estos misterios encontramos como las profecías acerca del Nacimiento de Jesús se cumplieron y como Jesús fue creciendo y preparándose para su cometido, para ser el Salvador.
El ser COFRADE involucra que estamos implicados todo el año, así una vez terminada la procesión del Domingo de Resurrección, tras guardar nuestros tronos y todos los enseres, tenemos una reunión para ver cómo ha ido todo y que es mejorable y nos ponemos en marcha para preparar la próxima Semana Santa pues en estos tiempos que vivimos la vida pasa muy rápido y el tiempo se nos echa encima.
Ahora bien, no sólo tenemos que preparar todo lo que se ve también y por qué no decir más importante tenemos que formarnos como cristianos con las catequesis y preparar nuestro corazón en la Cuaresma que comienza con el miércoles de ceniza, siendo éste un tiempo de penitencia, de ayuno y de limosna. Los cofrades tenemos que tener muy presente que somos cristianos y una forma de vivirlo es como cofrades.
Hace unos años había una costumbre que quiero recordar ahora es que la gente del pueblo de Cómpeta, encalaban las fachadas de sus casas, barrían las puertas de sus calles y adornaban los balcones con las macetas de geranios y así todo estaba preparado para vivir la Semana Grande, la Semana de Pasión.
Después vienen los misterios luminosos, con el Bautismo en el Jordán, con las Bodas de Caná, con el anuncio del Reino de Dios, con la trasfiguración y por último con la Institución de la Eucaristía, que me detendré en ella en el Jueves Santo.
Ya huele a primavera, los naranjos están en flor, el aire es diferente, más cálido y tú Señor subido en tu borriquita, sales desde la ermita de San Antón. Es domingo por la mañana y tras la oración a las puertas de la ermita recogemos las palmas o ramas de olivo, ramas que han sido cogidas de los olivos que adornan nuestros campos. Durante el recorrido por toda la calle San Antonio me he fijado en tu talla y en tu trono que fueron restaurados por un hombre con unas manos divinas, por don Rafael Ruiz Liévana, que este año te está viendo desde el cielo y estará gozando de verte por fin en la calle. Todos venimos muy alegres cantando y exclamando “Hossana, bendito el que viene en el nombre del Señor” al igual que lo hacía toda la muchedumbre en Jerusalén, y tus ojos deslumbran esa alegría interior de ese momento y al llegar a la Plaza, las campanas repican incesantemente, Jesús ha llegado hasta las puertas de la Iglesia. Tras la celebración de la Eucaristía recorres con júbilo todas las calles de tu pueblo, este año es diferente pues vas estrenando y eso me recuerda que cuando éramos niños siempre estrenábamos el Domingo de Ramos porque si no se nos caían las manos. El lugar donde te detienes antes de llegar a tu ermita es el cementerio del pueblo, allí están aquellos que alguna vez te llevaron en hombros, mujeres que te acompañaron y una mujer muy especial, que te quería muchísimo, Mari Ángeles.
Ha comenzado la semana y ha llegado el momento que tanto deseábamos los cofrades y en especial este año; tenemos que traer y preparar tronos, pinchar las flores y colocar nuestras imágenes en los tronos.
En este momento, permitidme revelaros un pequeño secreto, pero es tan bonito, tan especial que me gustaría compartirlo con todos vosotros. Como todos sabéis pertenezco a la Cofradía de Santa María Magdalena, en la Iglesia la Santa está en el Calvario. La Santa es bajada por los hermanos con el mayor de los cuidados y llevada a la Sacristía donde es puesta para vestirla con el mejor de sus vestidos y ponerla muy guapa. Durante este tiempo, le puedes tocar las manos, las mejillas y cuando la miras a los ojos, te transportas a su época. Ves a esa mujer que va al lado de Jesús, que habla con él y piensas en las palabras de ese hombre que hicieron cambiar tu vida, la vida de una mujer pecadora y que lo seguiste y acompañaste siempre.
El hecho de escuchar tu palabra Señor, cambia nuestro estilo de vida, nuestra manera de actuar, no somos ni mejores ni peores, somos CRISTIANOS, hombres y mujeres seguidores de Cristo.
Pueblo de Cómpeta, todos los tronos están preparados para recorrer las calles y todos los cofrades deseamos que nos acompañéis con el mismo amor que nosotros hemos trabajado durante todos estos días.
Llegó el miércoles Santo y después de tanto ajetreo, la noche va llegando, todos nos dirigimos a la plaza del pueblo, lugar donde se encuentra la Iglesia, allí dentro huele a incienso, las mujeres tienen sus mantillas y sus rosarios, los nazarenos con sus capirotes puestos, los costaleros colocados en sus varales y los hermanos cofrades acompañan al sacerdote en la oración antes de que se abran las puertas del templo. Ya son las 10 de la noche y ha llegado el momento, el silencio es interrumpido por el toque de campana que hace que todos los costaleros suban al unísono el trono y se acerquen a la puerta de la Iglesia, ahora toca la banda de cornetas y Jesús Cautivo está en la calle.
El cautivo, el novio de Málaga, aquel que recibe tantas peticiones, tantas súplicas y cómo no tantas gracias. Aquel hombre que fue cautivado en el Monte de los Olivos y que sólo había curado enfermos, había liberado a personas de los malos espíritus con las manos que ahora llevas atadas, esas manos que incluso habían dado vida, el bien más preciado de una persona.
Y nosotros los cristianos, ¿a que estamos atados?
Estamos atados por toda clase de pecados y culpas; los malos hábitos, los patrones de pensamiento equivocados, la amargura, la ira….
Atados al poder, ese poder que nos hace superiores a los demás. Atados al dinero creyendo que somos felices cuantas más cosas tengamos. Tenemos que revisar constantemente nuestras escalas de valores. Cuidar de que el dinero no se apodere de nuestro corazón, pues es un ídolo difícil de arrancar de él cuando nos ha hecho sus esclavos.
Tras el Cautivo, va Jesús atado a la columna, conocido como el Cristo de los gitanos, este es un momento muy especial para acompañarte. Cuando te veo, recuerdo el juicio que te hicieron, un juicio que se oponía por completo a las reglas de la ley hebrea y el proceso estuvo lleno de ilegalidades e irregularidades, pero ellos consiguieron tener un culpable y ejecutar la pena.
Y no podía faltar, tu madre siguiéndote y acompañándote. Que decir de una madre que ve tanto sufrimiento de su hijo, ella está sintiendo el mismo dolor que él.
Es JUEVES SANTO y en los Oficios celebramos la institución de la Eucaristía, eucaristía que es alimento para nuestra alma. La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, sino como el don por excelencia siendo además su obra de salvación. Y María es mujer eucarística con toda su vida, la Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea como la de María, toda ella un MAGNIFICAT. En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y sangre, Cristo camina con nosotros como nuestra fuerza y nos convierte en testigos de esperanza para todos.
Señor, tengo una pregunta, ¿Puedo entrar en el cenáculo y sentarme contigo y tus discípulos a la mesa? Maestro, me sorprendes, ¿que estás haciendo? Lavando los pies a tus discípulos, cada vez que me acerco a ti, mi confusión es mayor, quieres decirme tanto y yo no te entiendo. Ante esta situación me dices, que hemos venido a servir y no a ser servidos. Ahora ya te comprendo, tengo que ayudar a mi prójimo, ayudar sin límites, amar sin límites, hacer una promesa de amor en el día del AMOR FRATERNO.
Todos somos hermanos y tenemos un mismo Padre, me gustaría que me dieras un corazón grande para compartir mi amor, que me hagas ver que el hombre que está pidiendo en la calle, que aquellos que están en la cárcel, que aquellos que vienen a buscar una vida mejor, que todos los excluidos y marginados son mis hermanos, cuando llegue a amarlos el Reino de Dios estará instaurado en mi corazón y te daré las gracias eternamente.
De nuevo se va acercando la noche, todos hemos cogido nuestras velas y nos acercamos a la plaza del pueblo. El reloj da las diez y las puertas de la Iglesia se abren de par en par y nuestro Padre Jesús Nazareno sale a la calle, al encuentro de todos los competeños. Continúo acompañándote y me pongo en la fila detrás de ti y mi mirada se fija en una mujer con sus nietas, una la lleva cogida de la mano. La mujer va callada, con los ojos fijos en ti y orando te dice Señor otro año más puedo acompañarte, gracias te doy por ello, también quiero darte las gracias por mi familia, mis hijos tienen trabajo para ganarse el pan de cada día y disfrutan de salud. Antes me acompañaban mis hijos y ahora mis nietas pero mientras yo pueda a tu lado iré, te rezaré y estaré dándote las gracias por las bendiciones que me das a mí y a mi familia. Sólo te pido que nos ayudes y nos sigas cuidando como sólo Tú sabes.
De repente mi vela se ha apagado, lo que hace que me fije en la Cruz que llevas a cuestas. Como dijo Juan Pablo II, La palabra cruz es la última palabra que explica la realidad tremenda del dolor, así como cualquier forma de injusticia y violencia, de opresión y muerte. Esta palabra (Cruz) pone de manifiesto por una parte, la realidad del sufrimiento y de la muerte y denuncia la maldad y la miseria que caracterizan la existencia personal y por otra proclama la victoria sobre el mal y la muerte y por tanto, el amor de Dios que perdona, redime y vuelve a dar la vida.
Tú nos enseñaste a acoger la Cruz en nuestra vida, a no inquietarnos por las dificultades, a querer lo que Tú quieres, a aceptar los designios de tu Providencia, a estar cogidos a tus manos cuanto más tristes y decaídos nos encontremos, a confiar ciegamente en ti y en tu Padre. Por eso, cuando me sienta triste, apesadumbrada, yo te adoro y confío.
Ha llegado el momento de orar, de estar a tu lado es “LA HORA SANTA”. Que privilegio es Señor estar ante el sagrario, arrodillada, en silencio, en oración, recordando estos últimos momentos de tu vida y por qué no decir los más difíciles.
Y es el momento de los MISTERIOS DOLOROSOS, comenzando con la Oración en el Huerto. Ha llegado el umbral de tu Pascua y Jesús está en presencia del Padre. Ha llegado la hora (Jn 16,32), la hora prevista desde el principio, anunciada a los discípulos. En Getsemaní, aquella tarde, la lucha se convierte en un cuerpo a cuerpo extenuante, tan áspero que en el rostro de Jesús el sudor se transforma en sangre. Y Jesús osa por última vez, ante el Padre, manifesta la turbación que lo invade: ¡Padre, si quieres, a parta de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad si no la tuya (Lc 22,42). Dos voluntades enfrentadas por un momento, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: “Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre y que lo que el Padre me manda, yo lo hago!” (Jn 14,31). Maestro, que para abrir a todos los hombres el camino de la Pascua has querido experimentar la tentación y el miedo, enséñanos a refugiarnos en ti, y a repetir tus palabras de abandono y entrega a la voluntad del Padre, que en Getsemaní han alcanzado la salvación del universo. Haz que el mundo conozca a través de tus discípulos el poder de tu amor sin límites.
Durante nuestra vida todos tenemos momentos de dificultad, unas veces por la economía así los padres no obtienen un salario digno para poder sacar adelante sus familias, los jóvenes que no tienen un trabajo estable para poder desarrollarse plenamente.
Otras familias lo pasan mal por las enfermedades, llevamos muchos años luchando contra el cáncer, enfermedad que llega sin mirar edad y cuyo tratamiento es muy duro.
En estos meses, estamos viviendo muy de cerca una GUERRA, la invasión de Rusia a Ucrania. El mayor éxodo en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, mujeres que se van con sus niños para poder salvar su vida, niños que se despiden de su padre que tiene que permanecer para luchar por su país o de sus abuelos que han decidido quedarse en la tierra que los vio nacer. En sus caras vemos el dolor, el temor, el sufrimiento máximo, de una guerra que no entendemos y que está destrozando ciudades enteras, arrasando por donde va pasando y provocando la mayor de las miserias.
El segundo misterio es la flagelación de Jesús atado a la columna, te golpearon, tu cuerpo estaba lleno de llagas, sonando el golpear de las correas sobre tu carne rota, más golpes, más saña y al final rendidos te desatan y tu cuerpo se rinde al dolor. El tercer misterio es la coronación de espinas, tras ser llevado al patio del pretorio, los soldados te cubren con un trapo viejo y sucio, colocándote una caña como cetro en tu mano derecha y en tu cabeza una corona de espinas, te abofetean y te escupen. Y continuamos con el cuarto misterio que es Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario, y tú con tus pies desnudos, ensangrentados, abrumado por el peso de la cruz, debilitado por la pérdida de sangre, ves a un lado del camino a tu madre, rota de dolor que te sigue y te caes por primera vez, aun así te vuelves a levantar y echan mano de Simón de Cirene para que te ayude a cargarla, te vuelves a caer por segunda vez, pero tienes que continuar y a los lados del camino están llorando las mujeres de Jerusalén que también te siguen, siendo tu última caída en la roca del Calvario. En el quinto misterio rezamos la crucifixión y muerte de Jesús. Todavía no ha amanecido y se escuchan los rezos y cantos de todos los hombres del pueblo de Cómpeta, van haciendo el VIA CRUCIS porque Señor ya te han crucificado, ya es VIERNES SANTO.
Escuchando el vía crucis, he recordado el que hice en la VIA DOLOROSA, esa calle de la ciudad vieja de Jerusalén y te he acompañado y he llorado junto a todas aquellas mujeres de Jerusalén ante tu camino hacia el Gólgota.
Señor hoy, ¿Dónde agonizas y sufres?
La pasión de Cristo se prolonga hasta el fin del mundo, especialmente en los pobres, en los enfermos y en los perseguidos. Cristo está clavado a la cruz en los pobres. Sus clavos son los sufrimientos, las humillaciones y sobre todo la indiferencia. Ignorar las multitudes de gentes hambrientas, de mendigos, sin techo, sin asistencia médica, de gente sin hogar por causas de las guerras, significa parecernos al rico Epulón que fingía no conocer a Lázaro, al mendigo que estaba echado a su puerta. La insensibilidad ante los medios de comunicación. Las miserias que contemplamos cada día a través de la televisión o los accidentes que leemos en los diarios, generalmente nos pasan inadvertidos, los contemplamos con indiferencia. Pablo VI decía “El grito de los pobres nos obliga a despertar la conciencia frente al drama de la miseria y a las exigencias del Evangelio y de la Iglesia”. No esperemos que se arreglen las estructuras sociales para practicar nuestro amor a los pobres.
Mientras esto sucede, si puedo dar un vaso de leche, he de darlo, porque una gota no hace el mar, pero sin ella tampoco sería mar, decía Santa Teresa de Calcuta. Jesús se identificó con los pobres, hasta el punto de ser el objeto fundamental de su evangelización. Los pobres son un don de Dios porque gracias a ellos nosotros podemos practicar las obras de misericordia, el amor y la caridad. Debemos estar atentos porque el pobre es Jesús que sigue paseándose de incógnito, a veces por el mundo. No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
Me encuentro sentada en los bancos de la Iglesia y a las doce de la mañana se celebra el Sermón de las 7 palabras, escucho detenidamente las reflexiones de personas ante estas palabras que sólo son interrumpidas por el sonido de un órgano y las voces de quienes cantan. En la cruz pides perdón por todos nosotros y tras cumplir tu promesa en la Tierra, con un grito exclamas: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.
En este momento el sol se oscureció y el velo del templo se rasgó por medio. JESUS HA MUERTO, la muerte de Jesús es lo que celebramos en los oficios el Viernes Santo.
La procesión de este día es especial para mí, pues procesiona mi imagen, Santa María Magdalena. Esta noche procesionan muchas imágenes, en primer lugar el Santo Cristo, después la Piedad, llamada en Cómpeta las Angustias, le sigue el Cristo en el sepulcro y finalmente María Magdalena.
La Iglesia ha quedado en silencio, yo voy tras de ti y sólo se escuchan los pasos acompasados de las costaleras, que con tanto respeto portan a nuestra Magdalena. Es un momento con una sensación interior que hace me acerque a ti, si se puede aún más. Que difícil tuvo que ser despedirte de tu Maestro, ese sufrimiento también tuvo que ser inexplicable para ti, pero que fiel fuiste acompañándolo en el Calvario, en la Cruz y ahora muerto.
El recorrido por las calles se hace en el mayor silencio, en señal de luto y como señal del dolor que los cristianos tenemos porque nuestro Señor ha muerto en una Cruz, la música apenas la podemos escuchar, pero es suficiente para no perder el paso. Tras pasar por la plazoleta y la estrecha calle Toledo cuando se acerca a la Plaza, al doblar la esquina, las pocas fuerzas de las costaleras se rebelan porque han llegado a lo alto de la Plaza, esa plaza abarrotada de gente y en el centro, tú Señor y ahora si escuchamos los sones de la saeta que hace que las lágrimas inunden nuestros ojos y caigan por nuestras mejillas.
La oscuridad más absoluta ha invadido las calles del pueblo y las mujeres con sus velas acompañan a la Virgen de los Dolores en la Soledad, en su Soledad, rezando el Santo Rosario. Miro hacia el final de la procesión y al ver tu rostro, tu corazón traspasado y tus manos, te exclamo:
No llores, Madre,
No llores más.
Que yo tu llanto quiero enjugar.
Sufro contigo, triste penar.
Perdón, oh Madre,
Os quiero amar.
Querida Madre, que enjuguemos no sólo tu llanto, sino también el llanto de la humanidad herida. El llanto de todos los terrorismos y fanatismos; el llanto de los más damnificados por la crisis económica; el llanto de tantas mujeres viudas y solas como Tú; el llanto de madres que, como Tú, lloran al hijo perdido, al hijo alejado o al hijo enfermo y también el llanto de nuestro mundo que a veces va a la deriva.
Silencio hermanos, Dios habla en el silencio y en la soledad de María. Nos está pidiendo a través de ella un “SI”. Y ojalá que como María, Reina de las Soledades, nuestra respuesta sea: “He aquí, la esclava del Señor, Hágase en mí según tu Palabra” Lc 1, 26-38.
Ha llegado el Sábado y nos sentimos apesadumbrados, aturdidos y reflexionando lo vivido durante toda esta semana, intentando comprender el sentido de tu muerte Señor. Este día bien temprano, los cofrades hemos desmontado y todo queda preparado para la celebración de la VIGILIA PASCUAL.
Llegamos a los MISTERIOS GLORIOSOS, en los que encontramos la resurrección del hijo de Dios, la Ascensión del Señor al cielo, la venida del Espíritu Santo, la Asunción de María al cielo y por último la Coronación de María como reina y señora de todo lo creado.
La Vigilia Pascual la celebramos los cristianos la noche anterior a la Pascua de Resurrección. Permanecemos atentos, en vela, esperando el momento de nuestra liberación. Esta noche es una noche tensa y gozosa, transida de esperanza y de agradecimiento.
Ésta es una conmemoración litúrgica especial y muy importante con la cual se celebra la resurrección de Jesús, es mi eucaristía preferida. Se comienza con la bendición del fuego, después las lecturas, la renovación de las promesas bautismales y estallamos de alegría cuando se nos invita a cantar el canto de los ángeles ¡Gloria a Dios en el cielo…!
Pero antes de resucitar, bajaste a los infiernos, por eso descendiste hasta el seno de Abrahán, para dar a los muertos de mil generaciones la caliente limosna de tu vida recién conquistada. Y los antiguos patriarcas y profetas que te esperaban desde siglos y siglos se pusieron en pie y te aclamaron, diciendo: “Santo, Santo, Santo, Digno es el cordero que con su muerte nos infunde vida, que con su vida nueva nos salva de la muerte. Y cien mil veces santo es este Salvador que se salva y nos salva”. Y tendieron sus manos hacia ti. Y de tus manos brotó este nuevo milagro de la multiplicación de la sangre y de la vida.
Ya es domingo por la mañana y hoy al resucitar, dejaste tu sepulcro abierto como una enorme boca, que grita que has vencido la muerte. Ella, que hasta ayer era la reina de este mundo, a quien se sometían los pobres y los ricos, se bate hoy en triste retirada, vencida por tu mano de muerto-vencedor. ¿cómo podrían aprisionar tu fuerza unos metros de tierra? Alzaste tu cuerpo de la fosa como se alza una llama, como el sol se levanta tras los montes del mundo, y se quedó la muerte muerta, amordazada la invencible, destruido por siempre su terrible dominio. El sepulcro es la prueba: nadie ni nada encadena tu alma desbordante de vida y esta tumba vacía muestra ahora que tú eres un Dios de vivos y no un Dios de muertos. El toque de las campanas de la Iglesia suena diferente, muy alegre, muy festivo y todos los cristianos nos dirigimos para celebrar en la eucaristía, tu resurrección. CRISTO HA RESUCITADO.
Jesús sale de la iglesia, con la mano alzada al cielo en señal de victoria y nos llena de alegría el sabernos partícipes de su triunfo, de sentirnos y ser hijos y miembros de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.
Detrás de Jesús Resucitado, va Santa María Magdalena porque Tú elegiste una mujer como apóstol de tus apóstoles. Lo mismo que María Magdalena decimos hoy nosotros: “Me han quitado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Marchamos por el mundo y no encontramos nada en qué poner los ojos, nadie en quien podamos poner entero nuestro corazón. Desde que Tú te fuiste nos han quitado el alma y no sabemos dónde apoyar nuestra esperanza, ni encontramos una sola alegría que no tenga venenos.
¿Dónde estás? ¿Dónde fuiste, jardinero del alma, en qué sepulcro, en qué jardín te escondes? ¿O es que Tú estás delante de nuestros mismos ojos y no sabemos verte? ¿Estás en los hermanos y no te conocemos? ¿Te ocultas en los pobres, resucitas en ellos y nosotros pasamos a su lado sin reconocerte? Llámame por mi nombre para que yo te vea, para que reconozca la voz con que hace años me llamaste a la vida en el bautismo, para que redescubra que Tú eres mi maestro. Y envíame de nuevo a transmitir tu gozo a mis hermanos, hazme apóstol de apóstoles como aquella mujer privilegiada que, porque te amó tanto, conoció el privilegio de beber la primera el primer sorbo de tu resurrección.
La última imagen que procesiona es la Virgen de los Dolores, hoy ella va esplendorosa, compartiendo toda la alegría, la ilusión y la esperanza de todos los jóvenes que la portan, de esos quintos que han estado esperando ansiosamente este momento, que dieciocho años tan largos para cumplir con esta tradición tan bonita y tan arraigada que se vive en este pueblo. No sabemos si aquella mañana del domingo, Tú visitaste a tu Madre, pero estamos seguros de que resucitaste en ella y para ella, que nadie como ella se alegró con tu gozo y que tu dulce presencia fue quitando uno a uno los cuchillos que traspasaban su alma de mujer. No sabemos si te vio con sus ojos, mas sí que te abrazó con los brazos del alma, que te vio con los sentidos de su fe. Ay, si aprendiésemos a resucitar en ti como ella. Por eso, hoy Madre te pedimos, Ruega por nosotros.
Está llegando el final y no quiero terminar sin darte las gracias Señor porque nos trajiste en las manos la vida verdadera, gracias por este gozo, gracias por esta Gracia, gracias por sentirnos y ser hijos y miembros de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado. Gracias porque te quedaste en el pan, en los hermanos, en el gozo, en la risa, en todo corazón que ama y espera, en estas vidas nuestras que cada día ascienden a tu lado.
Y aunque han pasado, Señor, ya veintiún siglos de tu resurrección, todavía seguimos vacilando, dudando, caminando entre preguntas, amasando angustias y tristezas, estamos viviendo unos años muy difíciles; pero si pones tu mano en nuestro hombro y nos gritas: No temas, no temáis. Tú nos infundirás tu luz y certeza y nos darás el gozo de ser tuyos, y sobre todo nos inundarás de la alegría de tu corazón. Y así con esta alegría y estando aquí Tú presente, terminaré recordando las primeras palabras que les dijiste a tus discípulos cuando estaban encerrados por temor de los judíos, poniéndote en medio de ellos y diciendo, “La paz esté con vosotros” (Jn 20,19).
Amén.