Pregón Carmen Cebreros Fernández. 2012

 PREGÓN DE LA SEMANA SANTA
 
Muy buenas tardes a todos y cada uno de  los presentes, amigos y hermanos, siempre en el Señor…Antes de nada, agradecer a las personas que han confiado en mi para llevar a cabo esta misión, que por cierto la primera vez que me lo propusieron, he de confesar respondí que no, y no porque no valorase la importancia y el privilegio que esto conlleva, sino por todo lo contrario, y porque se que habrá personas mucho mejor preparadas a todos los niveles, litúrgico, narrativo, y en lo que respecta a la tradición como Semana Santa.
 
Aunque también pienso que cualquier enfoque que le demos será interesante, y que si cada pregonero o pregonera aporta aquello que su corazón le dicte, será cada vez más enriquecedor, siempre  que no pierda su sentido religioso e intentemos vivirlo desde la fe, y en definitiva, poder pregonar el amor de Dios a la humanidad, que es de lo que en realidad se trata, desde mi punto de vista. Esto es lo que al final me animó ha hacerlo, y lo que me ha dicho el corazón, es lo que ahora intentaré humildemente transmitiros, confiando de antemano, en vuestra generosidad a la hora de valorar los posibles fallos ó carencias.
 
Yo no soy una persona experta, sólo alguien que cree. Tampoco   sé si podré plasmar en un papel, todos los sentimientos que en mí provocan la Pasión, Muerte, y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y a la vez, poder introduciros dignamente en el tiempo que ahora comenzamos.
 
Quiero daros las gracias a todos los que estáis aquí, ansiosos de cruzar el pórtico a la Semana de Pasión, para entrar una vez más en ella con toda devoción, y si conseguís hacerlo de mi mano, sólo habría de deciros con el Salmista que, “es el Señor quien lo ha hecho”.
 
Agradecer, como no, a todas las personas que nos han precedido, a esos seres importantes para nosotros, que con su bien hacer, desde la más estrecha cercanía, cimentaron nuestra fe, dejándonos  el sello que nos une y nos distingue. Y aún cuando su presencia no sea física entre nosotros, han hecho posible, que hoy estemos aquí.
 
También quiero aprovechar para reconocer el trabajo de todos los que de una forma desinteresada, año tras año, y codo a codo con el Párroco en vigor, (siendo ahora el turno de nuestro querido Juanma), veláis para realizar, para que sea posible de una forma plástica, ésta Semana, que no se pierdan las costumbres ni la creencia de un pueblo, y por que no, para que la visión de las imágenes, sea el sentir y la expresión de ese pueblo, que necesita comunicarse con su Dios, y así, poder palpar más de cerca, el mensaje de Cristo, que nos invita a vivirlo, desde el silencio de nuestro corazón y la oración en comunidad.
 
Y es que Cómpeta, guarda en sus raíces, la esencia de una religiosidad adquirida desde antiguo, y poco a poco va elaborando un camino, que la conduce al encuentro deseoso, de su Redentor.
 
Por eso, en estos días cruciales para la vida de un cristiano, Cómpeta, abre sus entrañas, y parece, querer absorber la sangre de su Salvador, para una vez germinada, renovarse, con el resurgir, de la VIDA.
 
 
Y ahora si os parece, mentalmente, daremos un paseo por nuestra Semana Santa, y deteniéndome en sus actos y también en las imágenes, dejaré que Dios me hable al corazón y me permita dirigirme a El, ocasionando un diálogo y dando lugar a una serie de peticiones, sentimientos y reflexiones, de viva voz, que me gustaría compartir con vosotros. Y junto a Jesús y María, si estáis de acuerdo, hacer de todos, y presentar unidos, este pregón.
 
Comenzamos entonces con el Domingo de Ramos.
 
Debía ser…en primavera, cuando brota la savia, el sol aparece tímido, una brisa ligera acaricia el rostro ó una fina lluvia moja la tierra, tenía que ser bajo éste apacible clima, cuando Tú, Jesús, enviaste a los tuyos a buscar un asno, para así, entrar en Jerusalén. ( Lc 19,30).
 
Nosotros también, ya estamos expectantes, esperamos tu llegada, y deseamos que en nuestras vidas, quede atrás el frío invierno, los grises nubarrones, para sumergirnos en la calidez primaveral, que sólo de tus manos, estamos seguros, podremos alcanzar.
 
Tenemos el asno, un trono engalanado, y sobre ellos triunfante, tu imagen, porque  sabemos que Tu, mañana entras en nuestro pueblo, por eso, nuestras diferentes bandas de música, ya entonan sus himnos, y las voces de los que te seguimos desde la Ermita de S. Antón, se funden en una expresión de júbilo, y se elevan en el aire, para llevar hasta el Cielo, nuestro deseo de seguirte, para presentarte a un pueblo entero, que anhela recibirte.
 
Todos queremos aclamarte y procesionarte, unos con ramos, otros con palmas. Y una presencia notoria, nuestros niños, Señor, que salen a tu encuentro, porque también ellos han oído hablar de Ti, y quieren conocerte, con sus ramos bulliciosos, te aclaman llenos de una contagiosa vida.
 
Te pedimos Señor, que estos niños de ahora, sean” tus hombres y mujeres” del futuro, ellos desde su inocencia, esperan ver el ejemplo de los mayores, de los cuales en gran parte, depende su formación religiosa. Y en cambio Tú, nos dices Jesús, que somos nosotros los que tenemos que ser como ellos, (Mt, 18,3) y que para hacernos como niños, debemos abandonar la soberbia, y poder latir en un corazón joven, que no se afana, ni va buscando su propio interés.
 
Algo que nos resulta muy difícil, por eso, para nosotros te pedimos, que al igual que mañana, siempre queramos “recibirte”, que aunque como Pedro te neguemos, o como Judas te entreguemos, aunque nos caigamos Señor, que siempre estemos prestos para volver a Ti, para rectificar y proclamar el canto, que mañana, identificará nuestra procesión:¡Hosanna en el Cielo, Bendito el que viene en el nombre del Señor!.(Lc 19,38).
 
                    Miércoles santo
 
Ya huele a incienso, ya huela a cera, y al aroma que los pasos van dejando como estela…
 
Y más entrados en la Semana, el Miércoles, te vemos Señor, Cautivo, preso por nuestras rebeliones, injustamente encarcelado…¡Cómo quisiéramos deshacer esa ligadura de tus manos, y es que, necesitamos tanto de tu acción, como quisiéramos acabar con la esclavitud de tantas víctimas, por las producidas también  por desastres naturales, romper las cadenas de toda injusticia, liberar de las guerras y de intereses políticos a tantos inocentes, muchos de ellos niños.
 
Terminar con la venta de armas, con la lucha por el poder, el odio y el terrorismo. Arrancar  de esta era, el desahucio, la crisis y el desempleo. Tirar las barreras que impiden que  seamos iguales. Saltar el muro, que no permita la fraternidad humana.
 
Abrir las puertas de la prisión a personas limpias de corazón, y poder borrar el error propio, individual, o colectivo, y a veces judicial,  por el cual fueron a dar allí con sus vidas, acabando con sus perspectivas y destruyendo el entorno, de quienes les aman.
 
Por eso queremos libres tus manos, si Tu no actúas, si tus manos no nos conducen, se quedaría todo en un sueño, difícil de conseguir.
 
¿Pero, no son esas manos atadas, las que han acogido al pobre abandonado, al drogadicto, al preso, al enfermo, al marginado, al extranjero, han abierto los ojos del ciego y el oído del sordo, no son esas manos, las que nos acarician y nos colman de bendiciones, no son esas manos atadas, las que aún así, nos abrazan incondicionalmente, y las que esperan ahora de las nuestras, para seguir haciéndose presente? 
 
Será Señor, que habiendo oído hablar de Ti, o que habiendo recibido tu favor, ahora, aún así, con las manos enlazadas, y una túnica blanca, cual si de un loco se tratase, la gente te sigue llena de fervor, por nuestras calles de Cómpeta, 
 
“Por nuestro caminar, diario”.
 
Al contemplarte Señor, atado a la columna, semidesnudo, y en un inmenso reguero de sangre, se me viene a la memoria, la “Aquedàh”.
 
Átame, átame fuerte Padre mío, (pienso que le dirías), no sea que por el miedo me resista, por el dolor físico, por mi debilidad humana, me resista y huya, huya de toda esta gente insensata y desagradecida, huya y no sea válido tu sacrificio.
Átame, átame fuerte Padre mío, porque he de pagar con mi vida, el rescate, de todos estos mis hermanos.
 
Ninguna atadura Señor, te impidió llevar a cabo tu misión, fue este bajar de lleno lo que te exaltó, lo que te hizo superior al dolor, lo que te permitió romper con todo sufrimiento. Y ahora sí, Señor, sabemos que Tu tienes la llave de la libertad, que sólo Tu, posees el don, que nos puede hacer salir de todas nuestras esclavitudes.
 
Por eso Señor, porque queremos ser libres, porque queremos la libertad que viene de Ti, la LIBERTAD con mayúscula, y porque sabemos que habríamos de sufrir una metamorfosis, al igual que la larva, que se arrastra lentamente, antes de recibir el potencial de color y belleza, que la va a transformar, para abrir sus alas, expandiendo armonía y libertad…..Es por eso que con el Aquedáh queremos decir: átame, átame fuerte Padre mío, no sea que por el miedo me resista, me aleje de Ti, y no vea cumplida en mi, la transformación, no vea surgir del fondo de mi miseria, el amor, la obra  que Tu un día, soñaste, para todos nosotros.
 
Átanos a Ti, con irrompibles lazos, porque queremos ser libres, porque queremos acabar con la esclavitud, que en nosotros, produce, el pecado.
 
                    Jueves santo 
 
“El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin”.
 
Sabiendo que había llegado la hora de partir de éste mundo, para retornar al Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies, y les dio el mandamiento del amor. (Jn 13,1-17).
 
Para dejarles un sello de éste amor, para estar siempre presente y no alejarse nunca de los suyos, para hacerles partícipes de su Pascua, instituyó, la Eucaristía.
 
Y nosotros, poseedores de este gran legado de amor, reunidos en el Templo, conmemoramos dichos actos.
 
Y se acerca la noche, irradiando majestuosidad. La música solemne, nos une en torno.
 
El esfuerzo de las cofradías, cobrará sentido siempre que, estos actos de religiosidad popular logren despertar en nosotros, sentimientos de verdadero amor.
 
Los pasos, ya, están en la calle.
                                         
Cuando te veo Señor, cargando con tu Cruz, con el Cantar quisiera decir:”llévame en pos de Ti (Ct 1,4), llévame tras de Ti, salgamos, salgamos por las calles que nos conducen al Gólgota, porque nosotros, portadores también de cruces, no sabemos si resistiremos sin tu presencia, sin una referencia, cuando nuestras caídas sean inevitables.
 
Que podamos Señor, abrazarnos sin miedo al madero, que aunque caigamos no le soltemos, para no hundirnos, tal como Tu te aferraste fuertemente, sin desfallecer, necesitamos fuerza para esto, y para no escandalizarnos, cuando el sufrimiento se hace presente.
 
Y que en nuestro recorrido, recibamos el bálsamo que alivie nuestras caídas, que nos tropecemos con Simón de Cirene, con esa persona humilde y buena, que nos ayude, que nos haga más llevadera la carga, cuando nos falten las fuerzas, representada a veces, por un director espiritual que nos anime y oriente, por un miembro de la comunidad, o por tanta gente que, a través de instituciones, voluntariados, o que olvidados en cualquier rincón del mundo, gastan su tiempo y su vida, ayudando a los demás.
 
A Ti, pequeña María, joven de Nazaret, ya se te cumplió la profecía del viejo Simeón,:”y a Ti una espada, te atravesará el alma”.(Lc, 2,35), ahora si que lo entiendes, al ver a tu Hijo humillado, ultrajado, herido y sin poder socorrerle, sólo seguirle en silencio, y acariciarle con tu mirada, serena y esperanzadora, viéndole caer sin poder aliviar sus heridas (como hacías cuando era pequeño), presenciando, como se deja, gota a gota, su sangre en el camino.
 
¿Hay mayor dolor para una madre, Madre de los Dolores?.
 
Tu imagen desconsolada, nos ha servido de soporte en algún momento de nuestras vidas, a ella confiamos nuestros dolores, de la cual parece destilar la frescura que necesitamos, y además nos cubres de tu mesura, porque Tu, mediadora nuestra, compartes con Tu Hijo el dolor que te brindamos y siempre sentimos reconfortado.
 
Gracias Madre, por estar siempre ahí, porque podemos contar contigo. Ojala supiésemos paliar tu dolor. 
 
 
Más avanzada la noche, queremos acompañar a Jesús, en la Oración del Huerto.
 
Reflexionamos lo que sentía en esos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios Padre, y su confianza en El. O bien sin más, dedicar un rato de contemplación y agradecimiento, al mismo Jesús que nos dice:”velad y orar, para que no caigáis en tentación”. (Mc 14-38).
 
Acudimos pues, ante la belleza de un Monumento, que resalta tu presencia en la Eucaristía, la misma noche en que por amor, te quedaste, en ella para siempre.
 
               Viernes santo
 
Amanece el Viernes Santo, y ya, “chorrea” por nuestras calles tu Pasión.
 
“No tenía gracia ni belleza para que nos fijáramos en El, ni era agradable, para que pudiéramos apreciarlo.
 
Despreciado y tenido, como la basura de los hombres, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, estaba despreciado y no hemos hecho caso de El.
 
Sin embargo, eran nuestras dolencias las que le pesaban, y nosotros lo creíamos azotado por Dios, castigado y humillado…. Fue detenido y enjuiciado injustamente, sin que nadie se preocupara de El. Fue arrancado del mundo de los vivos, y herido de muerte, por los crímenes de su pueblo (Is 53,1-8).”
 
Perdona a tu pueblo Señor, perdona a tu pueblo de Cómpeta, perdónale Señor, es el canto suplicante que corean  nuestros hombres, portando una imagen, colgada de un madero, (por cierto, no exenta de belleza, al contrario de lo que nos narra el profeta Isaías, es como si ningún imaginero, se atreviese a crear una imagen tan sangrienta y desgarradora, o que los ojos penetrantes del artista, capten siempre la belleza que fluye, del interior de sus auténticas musas, quizás por eso, ninguna de nuestras imágenes carezca, de su particular belleza , si es que así, las podemos calificar).
 
Perdona a tu pueblo, perdónale Señor.
 
No sabemos si merecemos tu perdón ante tanta crueldad, o cuando miramos en nuestro interior, cuando miramos muy profundamente digo, porque siempre sabemos exculparnos, y pensamos, que no fuimos nosotros los que te entregamos, ni los que te despreciamos, los que te azotamos ni los que te injuriamos, los que te ignoramos, ni mucho menos, los que te llevamos a la muerte, no.
 
Menos mal que no fuimos nosotros, como Pilatos, que aunque lavándose las  manos quiso evadir su culpa, ni como el Sanedrín, ni tampoco como el gentío, que vociferaba en tu contra. Seguro que nosotros, te hubiésemos creído, (eso pensamos).
 
Pero acaso, ¿no seguimos ignorándole, cuando pasamos del sufrimiento ajeno o de un mundo sin desarrollo, acaso no le injuriamos y despreciamos cuando así lo hacemos, con aquellos que nos fastidian, o no le damos un revés ante tanto maltrato físico y violencia, o cuando atentamos de cualquier  modo contra otras vidas, segándolas sin compasión, no le hacemos morir cuando en El muere la ilusión, de que la riqueza, sea un bien común, y no muere también El con cada víctima de las guerras o con cada víctima de la hambruna?.
 
Por todo esto y por mucho más, no sabemos si merecemos tu perdón, pero sabemos, que prendido de una cruz, como la que hoy veneramos, hiciste una promesa a alguien, que colgado junto a Ti, imploraba tu perdón. Por eso, valorando tu entrega y confiando en tu amor, en un día como este, los hombres de nuestro pueblo quieren decirte desde lo más profundo: acuérdate de mi, Señor…para que aquella promesa, también sea para ellos, un hecho y una esperanza que renueve sus vidas. Y que la certeza de ese Paraíso, aumente en todos, la lucha por conseguir, un mundo mejor.
 
 A  media mañana, lo presenciamos desde hace unos años, aunque no sea el caso de éste, no  fue difícil trasladarnos desde Cómpeta a la misma Jerusalén, nuestras calles se llenaban  de transeúntes que de aquella tierra y de la época de Jesús parecieren. Son personas que  transformadas  escenifican la Pasión. Y no es extraño que el viandante, confuso llegue a  pensar, si esto es obra de su mente,  o si fue cierto que hoy Cristo, por Cómpeta haya pasado, y buscando unos ojos, con los suyos, se han topado.
 
 
Y  nos reuniremos para meditar las últimas palabras que Jesús nos dijo.
Poniéndole música a este testamento, con unas voces prodigiosas, queremos que fluya, para de nuevo oírlo, y que siempre en nuestros oídos resuene, como prenda y heredad nuestra.
 
Adoramos, veneramos y besamos el madero del cual, Jesús fue clavado, la cruz gloriosa, porque ahora, es el árbol de nuestra salvación.
 
La noche invita al silencio, los pasos, evocan dolor y muerte.
 
Los hombres de trono, más que nunca, marchan solemnes y serenos.
 
¡Cuánto dolor María, siguiendo a Jesús camino del Calvario, pero aún quedaba más, tu Vía Crucis, no había acabado, porque tenías que sentir la Angustia, de ver a tu Hijo sin vida!
 
Cuantas veces, María, abrazaste a tu Hijo, cuantas veces le dormiste en tu regazo, y ahora…ahora yace muerto en tus brazos!.
 
¡Que horrible para una madre, ver segada la existencia de su propio hijo. Sentir como con el, desaparecen el entusiasmo y la risa. Apreciar que lo que debiera ser una prolongación suya, se desvanece ahora ante ella, arrancando parte de sus entrañas y llevándose un trozo, también de su vida.
 
No, no hay dolor más grande que éste.
 
Sólo en Ti, podrán hallar consuelo, las madres que como Tú un día, tuvieron la desdicha de sumergirse en esa oscuridad, de sucumbir al vacío y la desolación que produce, la desaparición de un hijo.
 
Y sólo Tú tendrás el arrojo, sólo tus labios, tendrían la osadía de intentar confortarlas, de expresar para ellas, palabras de aliento y dicha, que traspasen cada repliegue de su dolor, llegando a la raíz de esa angustia, que tan bien comprendes, para transformarla, con tu Gracia.
 
 
Fue Tú peor momento, pero también entonces, supiste mirar al Cielo.
 
Un grito mudo y desgarrador, y unos ojos perdidos en el infinito, claman al Padre, su Piedad…
 
Maria la de Magdala, mujer pecadora, con inmenso amor acompañó a Jesús, y fue testigo de todo éste dolor. Agradecida confió y creyó en El, y no tuvo ningún escrúpulo en llegar hasta los pies de la Cruz…sus lágrimas de arrepentimiento y sus ojos enrojecidos, delatan tanto sufrimiento…!
 
Con su misma rotundidad, quisiéramos imitar a ésta mujer a la que tanto le cambió la vida la presencia de Jesús, que sin poder explicar las razones, tan sólo acertaba a decir:”desde que El me miró, ya no soy la misma, soy, otra mujer”.
 
La naturaleza, se estremece, el sol se eclipsa, la tierra tiembla, los elementos se conmueven y parecen tomar parte, de tu dolorosísima muerte. 
 
El sepulcro, te refleja inerte.
 
La frialdad de la losa, nos vacía y envuelve el alma.
 
Silencio, tiniebla, oscuridad, porque la luz del mundo, se ha apagado.
 
Soledad, la nuestra y la tuya, María, que en nuestras calles, sólo es acompañada de las mujeres, y el rezo, del Santo Rosario.
 
 
Después de haber acompañado a Jesús el Gran Viernes Santo en su camino de Pasión hacia la muerte, y después de habernos detenido en una meditación silenciosa en la aridez del Sábado Santo, celebraremos, la Vigilia de las Vigilias,”la madre de todas las Vigilias”, como la llamó S. Agustín.
 
Esta noche es diferente a todas las demás noches del año.
 
S. Gregorio de Nisa, describió la emoción que se vive en una noche como ésta así:”¿Qué hemos visto?. El esplendor de las antorchas, que eran llevadas en la noche como en una nube de fuego. Toda la noche, hemos oído resonar himnos y cantos espirituales.
 
Era como un río de gozo, que descendía de los oídos a nuestras almas, llenándonos de buena esperanza.
Esta noche brillante de luz, que unía el esplendor de las antorchas, a los primeros rayos del sol, ha hecho con ellos un solo día, sin dejar intervalos, a las tinieblas.”
 
Es cierto que no hay en nuestra comunidad una Vigilia más digna de celebración, más jubilosa, explosiva, con más mimo preparada en cada uno de sus detalles, con más ansia esperada que la Pascua
 
Porque es el PASO del Señor lo que esperamos.
 
¡Y porque Jesús está vivo, su historia no se ha apagado, la losa del sepulcro no pudo con El!.
 
Porque podemos respirar hondo, que Jesús, es el aire nuevo, el aire puro, y gritar ahora, con nuestras vidas, que JESÚS, VIVE!!.
 
      Domingo de resurrección
 
Día radiante, el Domingo de Resurrección, que transmite la paz y el sosiego propios del final de una batalla, una batalla llena de obstáculos y padecimientos, pero victoriosa, porque ahora, el aguijón de la muerte, se oculta para dejar paso a esas palabras de Jesús que nos guían, que nos alientan, y nos hacen caminar por encima de las aguas, ó por encima del dolor: NO TENGAIS MIEDO (Mt 14-27). Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
 
Impregnada de estas palabras, y del gozo de la Resurrección, Cómpeta, se despierta serena, pero exultante.
El Cielo derrama con más intensidad la luz éste día.
 
La plaza se tiñe de color, el color de la gente, que visten sus mejores galas, y el de las bandas, que con su música, despiertan nuestros sentidos, provocando oleadas de esa inmensa alegría, que se palpa en el ambiente.
 
Nuestras imágenes, cual si tuviesen alma, se transforman a través de sus cofradías, contagiándose también de vida y alegría, para seguir a Jesús Resucitado.
 
En éste día María, son los jóvenes de nuestro pueblo, con apenas dieciocho años, chicos y chicas, los que una vez más, quieren alegrarse contigo, exaltarte, auparte y piropearte.
 
Ahora que los tienes a tus pies, María, bajo tu manto, conserva para ellos este lugar tan privilegiado, y no permitas que el tiempo, la sociedad o el ambiente, los desvíen de tu amor.
 
Graba en sus frentes las palabras de tu Hijo cuando dice: “en el mundo tendréis luchas, pero tened valor, yo, he vencido al mundo.” (Jn 16,33), para que nada ni nadie pueda con ellos, ni les roben aquel sueño construido sólo, de auténticos valores.
 
Que tu regazo los envuelvan y protejan  siempre, que sus corazones ahora jóvenes, no se endurezcan ni merme su ilusión, y que cada día de sus vidas, también tengan  ocasión de felicitarte, además de este año, el de su mayoría de edad, y no solo porque el Poderoso haya hecho grades obras en Ti, sino, también, porque el Hijo de tu vida…la vida de nuestras vidas…¡¡HA, RESUCITADO!!.
 
Y vamos Señor, a seguir celebrando tu triunfo sobre la muerte, y plasmándolo en nuestra Jerusalén particular, (en las calles de nuestro pueblo de Cómpeta), hasta que nos encontremos para siempre, en la JERUSALEN, CELESTE.
                                                                 
 Gracias por escucharme.
 
 

Octavio L.R.

Octavio López Ruiz

C/ Rampa, 2
29754 Cómpeta (Málaga)
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