Pregón Francisco José Cebreros Ruiz. 2023

 

PREGÓN SEMANA SANTA DE CÓMPETA 2023

AQUÍ Y AHORAsemanasanta2023

Gracias, gracias por darme esta oportunidad única, para un cofrade o capillita es un honor ser pregonero y más aún en su pueblo.

Fue una noche de Miércoles Santo, como no, el Miércoles, pasando por la puerta del cuartel, delante de mi Dolores, hablábamos José Antonio, tú y yo de tu pregón. De repente, hubo un silencio y me dijiste: Tú. Y yo te contesté: ¿Yo qué María José? Tú tienes que ser mi sucesor en el pregón del año que viene y me miró José Antonio, si, si, si, si… Claramente te miré y te dije, no, no, no… A los varios meses, me llamaste tú y Loli, con la idea olvidada en mi cabeza, y me dijisteis, tengo una proposición ¿Quieres que esta noche te expongamos de pregonero? Fue un pálpito y sin pensarlo, os dije que sí.

Pues aquí estamos gracias a tu corazonada, esa corazonada que te dio mi Dolores, pues ella era la luz de aquel Miércoles Santo.

Buenas noches, soy Francisco Cebreros y soy vuestro pregonero 2023.

Señor Sacerdote Liviu, Excelentísimo alcalde D. Obdulio Pérez, Excelentísima Presidenta de la Agrupación Pilar López, compañeros de la Agrupación de Cofradías, y queridísimos hermanos y hermanas de Cómpeta.

Espero que disfrutéis de este pregón como yo en realizarlo. Para llegar a estas letras tuve que expresar e inspirarme en la experiencia desde que era un niño.

Fueron tiempos que en vez de salir a correr con la pelota, me venía con Don Jesús de monaguillo, dónde compartíamos muchos momentos de risas en el altar mayor y siempre me hablaba con esa serenidad, como de un abuelo a un niño, todos los recuerdos de misa en misa de Cómpeta, Canillas y Árchez en el Micra, y siempre recordaré con cariño las palabras que me decía cuando entraba a la sacristía: Niño, tú no puedes ser monaguillo con esos zapatos que me traes con tantísima roña.

Otro momento que recuerdo con gran nostalgia lo viví en la banda con Leovigildo, donde con su amor a la música, su cariño hacia ella y su gran paciencia con nosotros, nos reveló otra manera diferente de vivir la Semana Santa, poniendo banda sonora a los relatos que con nuestras imágenes plasmamos en las calles, fue una época de aprendizaje para mí, un niño cada vez más entusiasmado con la Semana Santa.

Ciertamente, en mi casa, todos somos cristianos, más o menos practicantes, pero chiquillos, conmigo se rompió el molde.

Semana Santa son 365 días del año, donde las imágenes, mis rezos y la música me acompañan vaya donde vaya. Pero realmente creo que dónde vi y sentí el acercamiento de Él y de Ella fue en la experiencia del dolor donde, por noviembre de 2016, un día me encontraba en una habitación de dos camas, las dos ocupadas por dos pacientes, un chaval de poca edad y yo. Desde la segunda cama, lejos de la ventana y casi en las tinieblas, viví el calvario que solamente él y yo sabemos.

Sólo los rayos del sol avivaban mi vida, y mucha morfina aliviaba mi sufrimiento.

Después de algunas semanas, lleno de dolor y renunciando a la esperanza, una tarde me llegó una sorpresa, esaImagen de WhatsApp 2023 03 21 a las 15.38.14 persona, que admiro y aprecio tanto. Mi amigo de la cofradía, él sabe quién es. Después de intercalar una pequeña conversación, se sacó de su bolsillo una estampa, que sería y de hecho, fue la dosis que necesitaba en ese momento. Él mismo la colocó en el cabecero, y ¡si! Amigos era, como yo digo, mi Madre, la Virgen de los Dolores.

A la mañana siguiente, la luz entraba en la habitación como nunca se había proyectado las semanas anteriores, y de repente, entró el mismo médico que me ingresó. Después de tantos días nos volvimos a ver, se apoyó sobre la cama, cogió el informe que estaba en mis pies y me miró compasivo, a una persona rota y vencida por el dolor, él exclamó: “Chiquillo ¿quién te ha dejado aquí tanto tiempo?”. Rápidamente se volvió, salió de la habitación, y en el pasillo se escuchó: ”¡Una ambulancia ya! ¡Hay que trasladar a este muchacho a Carlos Haya!”. En menos de 5 minutos se presentó el celador y el auxiliar de ambulancia. Y en el primer movimiento, la estampa se deslizó y cayó sobre mi pecho, donde la cogí y la apreté sobre mí.

En el trayecto de Vélez a Málaga, mi único pensamiento era cómo me podía quedar para poder abrazar el varal del trono de mi Virgen de los Dolores. De repente se paró la ambulancia, se abrieron las puertas y seis personas del centro esperaban mi llegada, siendo uno de ellos el médico. Un médico, seco, soso y como nosotros decimos, mala follá, todos empezaron a hablar entre ellos y de pronto, ese médico levantó la voz y dijo: “Se acabó, hacia arriba ya”. En el momento de empezar a andar la camilla, ese médico soso, se giró, se agachó y me dijo al oído: “Un tío tan grande, ¿cómo puede estar hecho un escombro?” Y me puso su mano en el pecho y me dijo: “Lo que tu traes ahí y mis manos te vamos a volver a hacer el hombre que eras”. Gracias a ella, estoy aquí y ahora.

Pues como cofrades, empezamos nuestra Semana de Pasión.

Nuestra Semana de Pasión es tan intensa, poliédrica y multicolor que podemos decir, que hay tantísimas Semanas Santas como cada forma que tiene de vivirlo un cofrade, la capacidad que tiene o tenemos la gente de pueblo que vive, escribe, recita y trabaja. Son pueblos llenos de tradiciones, que viven como una única alma y laten con un sólo corazón lleno de amor a sus santísimas imágenes.

Nosotros los cofrades salimos a la calle para evangelizar, pero diferente y claro, ¿Por qué es diferente? Porque lo hacemos disfrutando, que es como sabemos hacerlo los que lo vivimos como hermanos, para mostrar que Nuestro Padre y a Su Santísima Madre nos guían y nunca nos abandonará. Cristo nos amó y se entregó por nosotros, es nuestra muerte y resurrección, nuestra vida, y quien cree en Él, aunque haya muerto, seguirá vivo en Él.

Somos gente cofrade, gente buena de verdad, ¿es o no es? Tanto hombres como mujeres, que no sabemos entender la vida sin hacer penitencia en un varal, detrás de un trono, o erizándonos con el sonido de una campana, la voz de un capataz, el olor tan singular del incienso, sonido de trompetas, redoble de tambores o, como para mí es lo fundamental, el crujido de un varal, la candelería brillante y las flores bien encajadas. Porque una procesión tiene que ser llevada y concebida de buena fe, para poder manifestar el grandioso sentir religioso de nuestro anuncio de la fe cristiana y la integración activa con la iglesia. Así los cofrades, cada Semana Santa, ponemos la iglesia en la calle. Y así, pacientemente, como si fuera el sueño de un niño, acudimos cada año, para empezar a ver los primeros cabezas de varales con los hombres de trono detrás.

Desde el bautismo, confirmación y comunión, tenemos impuesta, la muerte y resurrección, siendo fieles a mi Señor. Porque fieles a nuestro Señor, y haciendo su palabra permanecemos en el camino recto y con paso firme hacia el Edén.

Porque aquí y ahora, en nuestra Semana Santa nos toca mostrar nuestra herencia ancestral y proclamar y mostrar nuestra fe, expresando en voz alta nuestra convicción y nuestro gozo.

Cofrade se nace, es una vocación libre y la vivimos en fe, en comunión con todos nuestros hermanos. Iniciamos ya el camino porque llegará el Calvario, y pronto le traerán la Cruz , Él la aceptará y la cargará sobre sus hombros de Salvador, en silencio, como símbolo del pecado del mundo.

Él cogió esa Cruz, nuestra cruz, siendo azotado y golpeado, y extenuado nunca soltará la Cruz, sabedor del sacrificio al que estaba llamado por el Padre para el perdón de nuestros pecados.

Nosotros queremos aliviar siempre su dolor, y el de su bendita Madre con nuestra oración. Oraciones que rezamos de corazón y que sacia su sed como agua bendita, porque cada oración sale de cada balcón, de cada esquina, de cualquier Santa Iglesia, porque queremos arroparlo en su Pasión y tener una luz que nos dé calor y nos guíe a lo largo de nuestra vida. Y no sólo nos amemos de palabra, ni de lengua, sino de hechos y de verdad.

Así que cada cual, someta a prueba su propia obra, porque todo lo que el hombre siembra eso también segará.

Dios es el amor, y el que no conoce el amor no conoce a Dios, plasmemos el amor pues en cada uno de nuestros actos. Para estar con Cristo juntamente crucificado y que ya no haya esclavos ni libres, ni hombres ni mujeres, ni judíos ni griegos, si no que seamos todos uno en Cristo Jesús.

Uno, en la fe que obra por el amor, sois y somos amor obrando por amor, sirviéndonos por amor unos a los otros.

Habiendo nacido cofrade, ahora compartiré mi comunión con mis hermanos, como año tras año, debajo del trono o dándole luz en su procesión.

Ahora nos vamos a dedicar a cada paso de esta bendita Semana Santa, lo que para Jesús de Nazaret mostró en su entrada, su cena, su oración, su prendimiento, sus momentos cautivos, su juicio, su crucifixión, su muerte y su resurrección. Por eso así, como empieza nuestra vida, empezó su entrada en Jerusalén, aclamado exitoso por sus hechos, como uno mismo, sembrando seguridad, pasión y humildad.

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Cómo no recordar, las mañanas de domingo de Ramos inquieto, esperando que mi madre me pusiera la ropa nueva para ir a la procesión de la Borriquita: “Venga papá, vamos, mamá venga, venga que son ya las once, venga mamá”. “Ojú niña, que pesado es el niño este, le gusta más los santos que Paco Papafritas”. Porque es verdad, porque mi pasión no era que llegara la feria o cualquier otra fiesta, si no que era, que llegara el Domingo de Ramos.

Por eso cada Domingo de Ramos, celebramos su entrada a nuestros corazones, humildes e inocentes como los niños, y es verdad, que yo particularmente me siento así, el Paquillo chico que tenía frito a Manzomite para ver a su borriquita.

Por eso, se presenta su nombre de pescador de hombres.

Él entra con su templanza, y bien dicho, como ustedes bien lo apreciáis, si miramos vemos a los hermanos de la borriquita, como endulzan su calle de San Antón, con fe y con amor, porque detrás de su imagen ya une su gran esperanza, la mujer de mi amigo Manolo, su ángel lo acompaña a nuestra borriquita, desde la salida, pero siempre con más empuje por su calle, El San Antón.

Pero volvamos a nuestros días, para seguir mostrando esta gran nostalgia que vivimos.

Después de toda la masa de amor que el pueblo le muestra al Salvador, Él necesita de sus seres más queridos y más amados. Como todos tenemos nuestra euforia, nuestro desparpajo y nuestro ímpetu.

Él, sentado en su mesa con sus hermanos, donde entrega su comunión con pan y vino, dónde sin prejuicio y sin rencor identifica a su discípulo que lo entrega por 30 monedas. Sí, 30 monedas.

Pero hermanos, ¿qué hizo Él en ese momento? ¿Qué es lo que nos enseña? A no juzgar, pues a él también lo eligió y su destino estaba escrito como Dios tiene escrito el de cada uno, y si Él no fue juez con él, quien soy yo para juzgar a nadie. Sólo como dijo Él, la paz os dejo, mi paz os doy. Porque ya sabemos su mensaje: que nos amemos los unos a los otros, y el que ama a Dios que ame también a su hermano, porque el que aborrece a su hermano y dice que ama a Dios, es un mentiroso.

Verdaderamente, cuando nos acercamos a cualquier acontecimiento nos saciamos de imaginación, amor o esperanza. Como Él encontró en el monte de los olivos, donde el ángel le indicó su camino, su dicho lugar por donde pasamos y Él ahora nos indica el camino de enseñanza, trabajo, amor y sabiduría al que estamos llamados haciendo su palabra .

Por eso cayó preso, nos representa en humildad, respeto y amor, que con su mirada cautiva, puede acercarse a nuestra divina penitencia que rememoramos cada Miércoles Santo, y no hay nada que se pueda hacer para detenerlo, porque con el amor que nos procesa, Él quitará personas para tu protección y dejará otras para tú formación y si se van , déjalos ir, y si se quedan, déjalos ser, y si te abren una yaga pero también te abrió los ojos, eso es una bendición, porque Jesús da pero también quita, y nada quedará impune bajo sus manos, porque el que bendice no pierde aunque le hagan trampa.

Así seguimos, nos vamos encontrando más obstáculos, nos quiere defender pero sin que a nadie lo identifique con Él, si, con Jesús de Nazaret, por eso lo azotaron una y otra, y otra más, y nadie fue capaz de alzar la voz, a ese Cristo de los gitanos que nadie le dio la mano. Somos todos como el gitano, amarrado y callado, esperando que alguien nos diera la mano y pasar del mal nombrado al ser el más amado. Como decía Joaquín el gitano, Viva el Cristo de los Gitanos.

Perdonar, por si ahora tengo silencios, por si silencio o se me quiebra la voz. Porque un sufrimiento de un hijo siempre tiene el otro lado, el de su Madre. Mi Virgen de los Dolores.

Yo puedo decir a voz alta que tengo dos madres, una la que me parió, me crió y me educó, y la otra es mi confidente, mi guía, mi respaldo y la que me presentó a mi mujer. Ella conoce lo que callo, lo que amo, lo que anhelo y lo que realmente es mi presente, amor a Ella.

Mis primeros recuerdos fueron verte casi sola en calle Sevilla, sin apenas luz por la carrera, sólo con la que te daban algunas mujeres que protegían sus velas del viento con sus manos, fiel a ella, como lo fue mi abuela Carmela; y bajando la rampa a trompicones y algún que otro tropiezo. Eran Miércoles Santos donde buscaban en la plaza gente para llevarte, y le decía a mi padre: “Papá ¿Por qué no quieren sacar la Virgen?” Y él me decía, “yo que sé Francisco, cada uno con sus cuentas”. Desde ese momento fui, soy y seré el que nunca la dejará sin salir ni estar sola, prometí que en la primera oportunidad que tuviera sería sus pies y Ella mi guía.

La noche del Miércoles Santo del año 2000, en la puerta de la iglesia salieron buscando gente que la portara y rápidamente entré y dije, “yo la quiero llevar”. Gente más mayor me miraba y decían, “¿dónde vas niño?”. Lo que no sabían es que el niño tenía más voluntad y más amor hacia Ella que muchos de los que me mentaron por mi corta edad.

Desde ese día fueron 16 Semanas Santas donde mi caminar fue el tuyo, donde tu balanceo al compás de la música se fusionaba conmigo y con los demás hombres de trono. Fueron noches de frío, noches de lluvia, noches de risas, alegrías y también noches oscuras, de solemnidad, de recogimiento, de contarle todo lo que abarcaba nuestra vida cumpliendo penitencia debajo de aquel varal. También noches de trabajo y había que hincarle el diente hasta sacarle la tajada porque Ella se tenía que ver firme y bella, como Ella sólo se merecía.

Siempre, cinco minutos antes de salir de mi casa, me escondía me santiguaba y hablaba con Él. “Padre como esta mi Madre hoy?” “Buenas noches Francisco. Esta preciosa. Esta radiante, como solo Ella sabe estar, y están deseando que llegues y le digas guapa, pero no como cualquiera si no como tu se lo dices”. “Gracias Padre. Pero Padre no te ofendas conmigo cuando llegue y pase delante de tuya y no te preste atención, porque Ella esta noche acapara todas mis miradas y amor, así que perdóname, dame fuerza para no dejarla sola y te daré toda mi fe”. “Hijo no te preocupes y sal ya que vas tarde”.

Siendo así, fue mi gozo todos los Miércoles Santo entrar por la sacristía, ver la gente del Cautivo, ver la gente de los Gitanos y llegar a mi puesto con la Virgen.

Así como me dijo mi amigo Pepe Chavos en la puerta de su cortijo en un sueño que tuve mientras me intervenían. Él vino y me dijo, que Ella era mía como Ella fue suya y ahora él la adora a sus Santísimos pies.

Porque no hay hombre de Trono de la Virgen de los Dolores que sienta en lo más adentro del corazón, cuando Jose u Octavio toca la campana y empiezan, “venga que nos vamos”. Se sacan rápidamente las borriquetas y empezamos a andar hacia la puerta con el arrastre de pies muy lento, atravesamos ese arco y cuando nos encontramos en la calle, vuelve a tocar esa bendita campana y la levantamos hacia arriba, hacia la tribuna del cielo, para los que no están con nosotros y la contemplan como todos los competeños que la esperan en la puerta. En un suave movimiento, cae de repente en nuestros hombros, la fe y el amor de la Madre de nuestro Dios.

Empezamos así nuestro recorrido para mostrar a todo el pueblo la Madre de Dios.

Ahora no te puedo portar, pero mientras viva seré tu luz y tú mi guía. Porque ahora me invade la nostalgia y perdóname por decirte esto, me quitaste lo que más amaba, que era el varal. Aceptando la nueva situación en que me encuentro, te acompaño con el gran dolor de no poder ser el que quiero, si no el que tengo que ser. Ahora tengo una familia, tres luces para hacer lo que en un principio yo empecé a hacer porque con tus tres nuevas hijas que yo enseño a quererte y a acompañarte como yo lo he estado haciendo. Explicándoles mi ímpetu, mis emociones, mis sacrificios y mi fe hacia Ti, siendo así, ya iluminan tus pasos tres almas más que te quieren y te acompañan igual que yo te llevo y llevaré siempre conmigo y esas son los tres benditos regalos que me mandaste, mis hijas y mi mujer.

La fe es la base de todos los milagros y de todos los misterios. Que sólo se muestran cuando nos encontramos con Nuestro Padre Jesús, el Nazareno. Que son cosas que no se pueden analizar con lógica ni con la ciencia. La fe desquicia la razón y nos pone delante de Él de rodillas, siendo así el camino de Nuestro Nazareno hacia el monte Calvario dónde encontramos nuestro exilio eterno con el propósito de que te vuelva invisible así al lado de Jesús. Así que practicando nuestra fe, nada nos será imposible porque, por mucho que lo neguemos, como también lo negó Pedro, pero nunca nos dejará andar sólos. Nuestro Padre Nazareno demostró su dolor impuesto en la cruz, nosotros lo representamos en el Jueves Santo con solemnidad, cada paso, con cada mecida, y con cada “levantá”. Por nosotros que somos tu cruz, como tu Encarnación en tu solemne dolor.

Somos testigos, y por eso salimos a tu encuentro hacia el calvario, para pedirte perdón y misericordia por los pecados hechos y Tú nos perdonas en tu misericordia.

Según la lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 2.24. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos los pecados, vivamos para la justicia. Con su herida fuimos curados.

Así llegamos, llegamos a tu crucifixión.

Son las siete de la mañana.

Las puertas de la Asunción se abren y llegamos todos los hombres para recogerte, para llevarte, para rezarte, y ser un año más testigo en el amanecer de quien somos y a quien nos dirigimos.

Para identificar un Viernes Santo, lo primero que tengo en mi cabeza es a mi padre, pero no a Nuestro Jesús, si no a ese señor que se peina el flequillo como yo, que vive en el monte, que se dejaba las manos para que no faltara nada, y nada no son lujos, sino amor y respeto a los demás y como tú me decías, “un hombre hecho y derecho. Y lo que dice un hombre va al altar”. Pues en el altar estoy, eso fue lo que él me inculcó, mi amor a Nuestro Jesús Crucificado, lo mismo que para mí es mi Dolores, para él lo es su Crucificado, y para honrarte aquí te he dejado estas palabras, gracias papá.

El recibió bajo su varal su amor y rezó sus plegarias, que me inculcó con todo su amor.

Como la undécima Estación, te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Porque con tu Santa Cruz viniste al mundo, Evangelio según San Mateo 27, 37-38: “Sobre su cabeza, pusieron por escrito la causa de su condena: este es Jesús, el Rey de los Judíos. Y al mismo tiempo que a él, crucificaban a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.” Así como ellos y como nosotros te pedimos, Señor ten piedad de nosotros, ten piedad de nuestros pecados.

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Creo que es el momento más personal de un hombre que vive en todo el año.

Es nuestro encuentro de solemnidad hacia su muerte, pero también el hermanamiento que hay entre todos los hombres de este bendito pueblo. Que nos desplazamos y da igual donde vivamos para encontrarnos y vivir así nuestro amor hacia nuestro Salvador.

Sólo tengo recuerdos grabados en mi memoria. Lo que todavía me sobrecoge, es el alba, que me envuelve en ver su sacrificio cuando entro en la iglesia y lo miro, y te vuelvo a decir: Padre, aquí estoy, perdóname porque soy un pecador y el silencio entre él y yo me atraviesa como si fuera una aguja hirviendo dentro de mi corazón.

Lo que más añoro es sentir caer la capa sobre mis hombros, sí, la capa de portador de Nuestro Cristo. Creo que todos los que hemos llevado esa capa en nuestro hombro ha sido recordar el sentir nuestras propias raíces, nuestra verdad y todos los antepasados que pidieron como nosotros hemos hecho y lo digo con casi toda certeza. Debajo de Él y con su capa, hablábamos de todo lo que me sucedía durante el año y le decía que muchas veces me enfurecía y Él me decía, perdona. También le decía que muchas veces tenía miedo, y Él me decía, ánimo. Le decía que dudaba y Él me decía, confía. Le hablaba de muchos días de angustias y Él me decía, tranquilo. Le recordaba que quería estar muchas veces sólo y me decía, ven y sírveme. O pensaba en hacer planes y Él me decía, déjalos. Incluso pensaba en bienes materiales y Él me decía, despréndete. O Simplemente que quería seguridad, y Él me decía, no te prometo nada. O quiero vivir, y Él me decía, da tu vida. O cuando yo creía que hacía las cosas buenas, Él me decía, no es suficiente. O quiero mandar y Él me dice, sirve, o quería comprender y Él me dice cree. O quiero buscar claridad, y Él me habla de parábolas, o quería escuchar poesía y Él me habla en realidades. Sólo quería tranquilidad y Él quería que estuviera inquieto. Lo reprocho y Él me dice, presenta la otra mejilla. O quiero esconderme, y Él me dice, muestra tu luz. O quiero ser primero en algo, y Él me dice, siéntate en el último lugar. Quiero que todo el mundo me vea, y me dice, ora escondido. Entonces muchas veces lo miro y no te entiendo Jesús, y creo que esto le tuvo que pasar a todos tus discípulos, pero me pasa como le pasó a Pedro, y no conozco a nadie que tenga palabras de vida eterna. ¿Él es mi Dios? Sólo tú tienes palabras de Dios, porque lo demás son palabras humanas.

Tú eres mi Dios y como dice tu palabra, tranquilo corazón, tranquilo, no es necesario entenderlo, es necesario seguirlo, acuérdate que el que se humilla, será enaltecido.

Por eso las mañanas de Viernes Santo no son de ricos ni de pobres, ni de egoístas, ni de prepotentes, ni nada parecido. Sólo hay almas de hermanos que venimos a acompañar a Nuestro Padre. Eso es lo que nos hace grandes los Viernes Santo.

Bueno, también algunos pensareis que también las copas de sol y sombra de después jejeje…

Esas son las batallas que sólo pueden llevar los más fuertes, jejeje, pero Padre Liviu , no piense usted mal, que eso es como el pan de cada día: Vía Crucis y después un buen bautizo con nuestros hermanos.

Volvamos a lo nuestro, que me voy por otros caminos.

No olvidemos y no quitemos la mirada, de lo que realmente está pasando cada Viernes Santo.

Porque nuestro Padre moría y clamaba al cielo y entregaba su vida por nosotros y hasta preguntó a su padre, por qué lo había abandonado, porque antes de reinar comió polvo, no se puede volar con los que te despluman, con los adoradores del mundo, por eso lo tuviste que hacer solo, porque todos te aborrecieron.

Pero su Madre y María Magdalena lo estuvieron siguiendo hasta que exhaló su último respiro. Ellas tuvieron que pensar quienes eran, y adónde iban sobrecogidas por la situación. Pero su identidad fue muy clara, porque si no sabemos quienes somos, no sabemos dónde vamos. Así que ellas pasaron así su gran agonía de ver sufrir a un hijo sólo por ser justo.

Madre, no soy justo. Soy cobarde, por no alzar la voz. Y no hablar cuando vemos las injusticias. Sólo los cobardes, como yo, eran los que lo miraban a la Cruz, mientras le atravesaban con una lanza el costal.

Y tú, Madre, rendida de dolor, morías a los pies de la Cruz.

Sólo cuando lo descendían y caía sobre tus manos, tú, Santísima Virgen de las Angustias, supiste que ese dolor no podía quedar ahí. La madre rota de dolor, continuaba rezando en su santísima agonía y por la fe que Ella procesaba en su hijo.

Vemos reflejada en Ella, a la madre de esas madres que ruegan por tener sus hijos protegidos, amados y cuidados, como tú hubieses protegido a tu hijo Jesús.

Desde los pies de la Cruz, en tus brazos lo cubrían con la Santa Sábana. Para trasladarlo.

Pero amigos, para trasladarlo. Quiero parar y pensar en esa palabra, traslado. Abandonamos nuestro cuerpo, dejándolo así a la merced de lo que los demás quieran hacer con el. Yo soy, he sido y seré fiel a no pensar en la muerte. Pero cuando trasladan un cuerpo sin alma, pasa sin importancia. Sólo el alma nadie puede tocarla. Perdón, sólo uno, Él. Para mí, el alma es solo nuestra y lo más puro que nos deja Dios. Seamos hermanos, pidamos perdón, y sobre todo mirad a vuestros seres queridos y amigos y decirles que los amais. Porque cuando llega el momento de adorar, como lo adoramos a él, cada Viernes Santo, sólo es para recordarlo. Así que no seamos cobardes, mirémonos, y hablemos realmente de lo que Él predicaba, el amor mutuo del uno al otro.

Padre, llegaste al sepulcro. Paz eterna te daba, limpiándote ella, la otra Santa, María Magdalena. La única junto a su bendita madre que nunca te negó. Después de ser una mujer humilde pero traicionada por todo el que ella confiaba. Siendo así llegó a tus manos Padre, y tú la curaste de todos los demonios que tenía y fueron impuestos sobre ella. Ella fue Santa a tu lado. Ejemplo de todas las mujeres, madres, luchadoras, valientes, humildes y libres de este mundo.

Padre tú fuiste sepultado. Fue el momento que todos se quisieron dar cuenta, de que fueron injustos con los justos. Pero sin olvidar la amargura, angustias, dolores, piedad, que cayó sobre su madre en Soledad.

Dado así Padre, ¿por qué no te salvaste, ya no por nosotros, si no por no haber dejado ese dolor desgarrador en el pecho de tu Madre, esa desconsolación para terminar en la máxima Soledad? Me dijo “Paco que ella es madre de todos, aunque ella fuera la que medio la vida, su sangre y su educación, ella como yo sabía cual era la voluntad de mi Padre”.

Así poco a poco se van apagando las luces, la euforia de días de pasión y entra la oscuridad. La oscuridad que es intensa y desgarradora, pero en un huequito, todavía queda Ella. Su Madre, en soledad, cubierta de negro por el puñal que había atravesado su corazón. Madre, no sufras más, ya Él se encuentra con su Padre y dejo de sufrir. Pero claro, tú dile eso a una madre, no son palabras para curar ninguna de sus heridas abiertas. Sólo quedan el cobijo, el acompañamiento, el amor y la fe de esas mujeres competeñas que te acompañan de madrugada con rezos y cantos para que no andes sola.

Y en tres días, se pasa del silencio al alboroto, de la pena a la alegría, de la oscuridad al color de la noche que ha roto el clima paralelo en esta vida. Jesús ha resucitado. Madre corre que tu hijo ha vuelto desde los muertos. Y nosotros también resucitamos en amor con nuestros actos.

Y nos envolvemos en alegría y los acompañamos por cada rincón de nuestro pueblo, llenos de satisfacción, del que el Salvador ha resucitado. Y yo entusiasmado de ver a su bendita Madre vestida de azul y alegría. Porque nos demuestran que el amor ha vuelto a triunfar en cada corazón de cada competeño, que como el corazón de mi Virgen vuelve a latir fuerte y con gran esperanza. Porque nos demuestra que después de nuestra muerte carnal, nos espera la vida eterna con Él y su Bendita Madre y que en el amor no hay temor.

Sin remordimientos y sin dolor, todos resucitaremos, guiados en nuestra fe de nuestro Cristo resucitado. Pero otros han resucitado ya aquí, ¿verdad José Rodríguez? Tú eres el nuevo hermano de nuestra Santa imagen de Cristo Resucitado. Creo que no hay nadie en este pueblo que pueda representar mejor esta imagen. Porque es verdad todo lo que he hablado en este pregón, pero también es verdad que las adversidades de la vida, los errores, los malos pensamientos te tuvieron en el círculo del maligno. Y tú eres gran ejemplo que con fe y con Jesucristo los milagros existen, y yo te lo agradezco que tuvieras fe y amor en Dios. Solo una palabra más, espero que este año como primero que es al frente de tu imagen la disfrutes tanto, como yo dedicándote estas palabras.

Y para terminar a parte de agradecer vuestra asistencia, que esta Semana Santa encontréis el niño que lleváis dentro, que disfrutéis, no nos fustiguemos, hagamos lo que Jesús nos enseñó en el aquí y ahora. El pasado pasado está, el futuro ya llegará, pero eso sí, amar sin contemplaciones, que no hay nada más bonito que un pueblo unido a sus raíces y a su fe. Cada uno a su forma que todas son bonitas.

Ya termino con unas palabras de agradecimiento de mi amigo y confidente Juan Luis Pascual que me relata siempre con mucho amor para la gente de Cómpeta:

“Granada me vió nacer,

la sierra de Loja me crió,

Málaga me acogió en sus brazos,

Cómpeta me descubrió,

tu vino es mi sangre,

tus pasas mi cuerpo,

tus gentes, los competeños, mi corazón.”

Muchas gracias

Semana Santa Cómpeta 01/04/2023

 

Octavio L.R.

Octavio López Ruiz

C/ Rampa, 2
29754 Cómpeta (Málaga)
info@octaviolr.net

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Creada y diseñada por:

Octavio López Ruiz.

Creada el 25 de Marzo de 2003
Reformada en Marzo de 2017

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