Pregón Antonio Fernández Ávila. 1995
POR ANTONIO FERNÁNDEZ ÁVILA
Reverendo Señor Cura Párroco. Respetables y muy dignas Autoridades. Honorables miembros Directivos de las Cofradías de Semana Santa. Mis queridos paisanos, Señoras y Señores y Amigos todos.
Antes de empezar, quiero hacer unas observaciones sobre el tema que vamos a tocar; porque la Semana Santa puede tener varias interpretaciones, según las creencias o la forma de pensar de cada persona en concreto.
Para unos, es una fiesta más como pueden ser las Navidades, Año Nuevo, etc. Para otros, sólo cuenta el ver qué procesiones van con más boato y qué tronos llevan más lujo. Hay quienes consideran éstos días como unas vacaciones y van a pasarlas a la playa o al campo.
Pero también es verdad, que somos muchas personas que en estos días conmemoramos unos hechos que ocurrieron hace casi dos mil años; y que tienen una trascendencia enorme, porque se trata nada más y nada menos que de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Por eso, al dirigirme a vosotros, quiero hacerlo sólo y exclusivamente desde mi punto de vista; porque entiendo, que esto debe ser un acto personal y espontáneo; y haciéndolo así trataré de reflejar lo mejor posible, lo que para mí es la Semana Santa.
No he consultado libros ni ningún escrito sobre el tema; solamente me he basado en mis ceencias y en mis sentimientos, y lo que voy a hacer, es ir describiendo las procesiones y algunos actos de estos días y relacionarlos con las distintas escenas de la Pasión, para sacar de ello algunas consecuencias que podríamos aplicar a los tiempos actuales.
En primer lugar, quiero manifestaros mi agradecimiento por haberme concedido lo que para mi es un honor, de ser yo el elegido como pregonero de la Semana Santa.
Lo he aceptado con mucho gusto. No porque me crea la persona más capacitada para dirigirme a vosotros, puesto que mis cualidades oratorias son escasas, por no decir nulas; y además, se que hay muchas personas con más capacidad y mejor preparadas que yo para dirigiros la palabra.
Y si lo he aceptado, es por el mucho cariño que le tengo a ésta mi Parroquia, al pueblo de Cómpeta y sus hijos, que además de ser mis paisanos los considero a todos como muy buenos amigos.
Amo a esta Iglesia, porque aquí fui bautizado; algunos años después, ante este Altar, aunque estaba de otra forma distinta a la de hoy, recibí mi Primera Comunión y algún tiempo después la Confirmación; y más adelante y también ante esta Altar, quedé unido a mi esposa; recibiendo junto a ella el Sacramento del Matrimonio. Y estos acontecimientos no se olvidan nunca.
Quiero a este pueblo, porque cuando paso por sus calles acuden a mi mente muchas cosas de cuando era niño. Recuerdos de los tiempos en que junto con mis amigos y compañeros de colegio correteábamos en nuestros juegos por estas calles y plazas. Y también me acuerdo de los bien que lo pasábamos en nuestros años mozos, cuando mirábamos la vida, llenos de ilusiones, con esa alegría fresca y sana de la juventud.
Quiero también a mis paisanos; y los quiero, porque en este pueblo la gente es buena. Podrán tener algún que otro defectillo pero en el fondo son nobles, serviciales, atentos... Además de competeños, también se les podría llamar competentes.
He querido hacer éste ligero repaso a tiempos pasados, para que comprendáis mejor el por qué de mi entusiasmo por este pueblo, sus cosas y sus gentes. Creo que son motivos más que suficientes, para que me haya decidido a dirigiros éstas palabras; que si bien no tienen la elocuencia que yo desearía, también es verdad y os lo aseguro, que he puesto en ellas toda mi buena voluntad y salen de los más profundo de mi ser. Como también confío, en que con vuestra benevolencia, sabréis perdonar las faltas que encontréis en ellas.
Hecho estas consideraciones, pasamos a nuestro
PREGÓN DE SEMANA SANTA DE 1995
Esta semana tan hermosa, tan entrañable para nosotros, empieza como todos sabemos en el
DOMINGO DE RAMOS: Es un día risueño y alegre como suelen ser los días de primavera. A media mañana ya empieza a notarse el bullicio de la gente en las calles y en la Iglesia, pendientes de que se celebre la Misa y la bendición de los ramos y palmas.
Después saldrá la primera procesión de la semana con Jesús a su entrada en Jerusalén, conocida también popularmente con el nombre de La Pollinica, con la cual estamos conmemorando el día en que Jesús lo hizo por las calles de aquella ciudad, donde fue recibido con palmas y ramas de olivo y gritos de júbilo.
También en el pueblo gozamos de esta alegría, mezclada con una sombra de tristeza, porque sabemos que dentro de unos días se va a consumar la tragedia del Calvario.
Por la tarde, el día va transcurriendo como un domingo cualquiera y nuestro pensamiento está en los días que se acercan, con el deseo de ser mejores en esta Semana de Pasión.
LUNES Y MARTES SANTOS: En estos días no hay procesiones, pero debemos ir pensando que es un tiempo propicio para la reflexión.
Las personas mayores, los jóvenes, los padres, los hijos... Todos y cada unos de nosotros desde su puesto en esta vida, tenemos que recapacitar sobre nuestra manera de vivir y ver si estamos cumpliendo con nuestras obligaciones; y si hubiésemos cometido algunas faltas, estar dispuestos a corregirlas para que haya una buena convivencia entre nosotros.
MIÉRCOLES SANTO: Este es también un día normal pero ya algo más movido, porque las Cofradías están que se desviven por arreglar sus tronos lo mejor posible, para que a su paso por las calles luzcan de una manera esplendorosa.
Y al anochecer, las cornetas y tambores como también la Banda Municipal, están tocando en la plaza para anunciarnos que la procesión está a punto de salir.
Primero Jesús El Cautivo. Esa maravillosa Imagen, que al compás del paso de los hombres que la llevan, su túnica blanca se balancea suavemente; y hay momentos en que parece que va caminando a su pie.
Al contemplar éste Paso, nos invade cierta congoja, porque con su prendimiento, vemos que es el principio de los sufrimientos que habría de soportar.
Sigue El Cristo Atado a la Columna. Esta Imagen, nos hace recordar los momentos tan amargos que Jesús tuvo que pasar, cuando estando en el Pretorio de Pilato, fue azotado, abofeteado y escarnecido de la forma mas soez y más repugnante. Como podemos observar, desde que lo prendieron en el Huerto de los Olivos, su comparecencia ante los Sumos Sacerdotes y ante Pilato, todo fue una sarta de humillaciones, que continuando por el camino hacia el Calvario, no terminarían hasta su muerte en la Cruz.
Después la Virgen de los Dolores, acongojada y triste; porque en su corazón de Madre ya hay un presentimiento de las cosas que van a ocurrir en estos días, y poco a poco el dolor y la angustia se van acentuando en Ella, porque sabe por intuición de los terribles sufrimientos que aguardan a su Hijo.
Al final del recorrido, la procesión se detiene unos momentos en la plaza, donde podemos contemplar estas bellas imágenes, antes de que entren en la Iglesia.
JUEVES SANTO: Por la tarde, se celebran los Oficios propios de este día y al final de ellos, el Santísimo Sacramento es trasladado por el Sacerdote al Altar que llamamos Monumento y allí permanece durante toda la noche hasta el día siguiente.
Son momentos de meditación, porque nos recuerdan la noche en que Jesús celebró con los Apóstoles la Última Cena.
Al verse sentado a la mesa con sus Discípulos, ¿Qué pensamientos habría en su mente sabiendo que horas más tarde iba a ser entregado a la turba de soldados, y que precisamente quien lo había vendido estaba entre ellos, comiendo el pan y el cordero y bebiendo el mismo vino?
¿Y Judas? ¿Qué estaría pensando? ¿Sería capaz de mirar cara a cara a Jesús? ¿De mirarlo a los ojos?
Estas preguntas no son de fácil contestación, porque los sentimientos humanos a veces son tan recónditos, tan íntimos que es muy difícil penetrar en ellos.
Procuraremos y pongamos todo cuanto esté de nuestra parte, para que en nuestra sociedad no haya ningún Judas. Que seamos solidarios y comprensivos para los demás y de esta manera la hipocresía quede para siempre alejada de nuestro entorno.
Tengamos también nosotros cuidado con nuestra lengua. Que puede ocurrir alguna vez, el estar ante una persona ensalzándola y poniéndola por las nubes, y después al separarnos de ella, con esa misma lengua que la hemos elogiado, podemos con nuestras murmuraciones, estar destrozando y haciendo jirones su honor y su buena fama.
Si actuamos así, todos estos elogios anteriores han sido falsos. Todo es pura hipocresía. Y los cristianos no podemos hacer eso.
Continuaba la Cena, y Jesús tomó el pan, lo bendijo y se lo ofreció pronunciando aquellas palabra de “Tomad y comed todos de él, porque Esto es Mi Cuerpo” y ofreciendo después el Cáliz del vino: “Tomad y bebed todos de él porque Esta es Mi Sangre”.
Desde este momento queda instituido el Sacramento de la Eucaristía. Fijaos que el acto no puede ser más simple, mas sencillo. Y sin embargo, es tan extraordinario y tan sublime, porque tiene la grandeza de que el mismo Cristo se ha quedado entre nosotros.
Si recapacitamos un poco sobre estos hechos, veremos el por qué de esa frase tan conocida de todos los que dice que “Dios es amor”.
A primeras horas de la noche comienzan los preparativos para la procesión. Esta noche quien va en cabeza es el Nazareno. Es otra Imagen preciosa, en la que vemos a Jesús cargado con la Cruz.
Pensemos en los que estaría sufriendo, al tener que soportar no sólo los dolores físicos por el peso de la Cruz, sobre unos hombros heridos y un cuerpo ya quebrantado; sino también por la angustia que sentiría por todos nuestros pecados que eran el motivo de su Pasión.
Sigue María Magdalena, una mujer, que al verse perdonada de sus culpas, ha comprendido toda la grandeza de la misericordia del Señor, y en un arrebato de amor hacia Él, le va siguiendo a todas partes, demostrando así toda la gratitud que hay en su pecho.
Después, cerrando la procesión, le sigue la Santísima Virgen en cuyo corazón va acumulando todos los dolores y las penas que va sufriendo en silencio.
Su llegada a la plaza es el momento más hermoso, y más todavía, cuando las Imágenes se saludan unas a otras en un ambiente cargado de emoción.
A veces, también rasgan el aire las largas notas de una saeta, que es otra forma de manifestar la fe que la gente del pueblo tiene en sus Santos.
VIERNES SANTO: Este día es el más importante de la Pasión; porque en él tiene lugar la muerte en la Cruz, como el final de todos los dolores y sufrimientos que padeció el Redentor.
Por la mañana, a hora bien temprana, ya empiezan a reunirse en la plaza los hombres del pueblo. Igual que un guitarrista antes de dar un concierto va templando su guitarra para ponerla a punto, también se oyen en esta plaza, ciertas toses y carraspeos de garganta; y es que se están afinando las cuerdas vocales para dar las mejores notas durante el recorrido del Vía Crucis.
Unos con buen oído; otros nada más que regular, quizá haya alguna nota discordante, pero eso no supone nada, porque lo importante es que todos van siguiendo a Cristo en la Cruz. Y es de admirar a esa masa de hombres, que apretados como un racimo de uvas, va tras la Imagen del Crucificado, cantando llenos de fervor y entusiasmo y unidos por la misma fe.
Avanza la comitiva lentamente. Haciendo una parada en cada Estación, recordando y considerando el contenido de cada una de ellas, hasta cubrir las catorce de que consta el trayecto. Durante el recorrido, pueden verse en las bocacalles y balcones a las personas que se asoman a verla, y son casi todas mujeres, porque los hombres se puede decir que prácticamente van todos en la procesión.
Es muy emocionante el momento de su llegada a la plaza. En el que toda la gente se reúne en éste sitio, y que todos los que estamos allí dirigimos nuestra mirada hacia ese Cristo pendiente de la Cruz, pidiéndole, en silencio, por nuestros pecados, y confiados en que su infinita misericordia seremos perdonados.
Después , entramos todos cantando; y estas voces masculinas, voces de hombres, al estar concentradas dentro del recinto de la Iglesia, aumentan su potencia de una manera considerable y con ello se percibe mejor el amor que este pueblo le tiene a su Cristo Crucificado.
Ya por la tarde, el Sermón de las Siete Palabras, en el que se refiere a las que Cristo pronunció desde la Cruz.
Voy a citar algunas de ellas.
Y empieza por pedir perdón para todos los que le rodeaban y por extensión para todos nosotros, para toda la humanidad.
“Padre, perdónalos porque o saben lo que hacen”.
Hasta donde llega el amor que nos tiene, que al dirigir estas palabra al Altísimo, está disculpando a los mismos que le han crucificado.
Cuando el Buen Ladrón le dice: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. El le contesta: Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.
Después, le dice a la Virgen: “Madre, ahí tienes a tu Hijo” y dirigiéndose a Juan: “Hijo ahí tienes a tu Madre”.
Ha sido despojado de todo. Ya no tiene ni las ropas que cubrían su Cuerpo. Pero todavía le queda su Madre. ¡Y nos la deja también para que sea Madre nuestra! ¿No es esto otra prueba del inmenso amor que nos tiene?
Y al final, viendo que ya estaba todo consumado, todo concluido y sintiendo que las fuerzas lo abandonaban y que por la falta de sangre su Cuerpo se agotaba por momentos, dirigiéndose al Padre Eterno exclamó: “Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu”. Y espiró.
Cristo ha muerto. Pero antes de morir, a pedido al Padre perdón para todos.
Al Buen Ladrón, solamente por decirle que se acordara de él, se lo ha llevado al Paraíso. Porque ha visto la fe de este hombre.
Le ha dado a la Virgen por hijos suyos a toda la humanidad, y nos ha dado por Madre nuestra a su propia Madre.
De todas estas cosas tenemos mucho que copiar, y sobre todo, tenemos que recapacitar, despacio, sobre lo que es el perdón.
Hay en el léxico de nuestra lengua, en el Diccionario Español, dos palabras que destacan poderosamente de todas las demás. Yo me atrevería a decir que brillan con luz propia. Y estas palabras son AMOR Y PERDÓN.
No voy a tratar de explicar aquí lo que es el amor, porque francamente, no sabría hacerlo. Solamente os diré que para mí. El amor es el sentimiento más grande y más noble del ser humano. Y eso queda bien comprobado, con esa cosa tan especial que sentimos cuando estamos junto a la persona amada. Y unida a este sentimiento, va esa otra palabra no menos hermosa que es el perdón.
La persona que ama está siempre dispuesta a perdonar. Porque el amor es incompatible con el odio y la venganza.
Si hay un hombre de mala condición, con malos instintos, que reúna en sí todos los vicios, a este hombre, la sociedad puede marginarlo, puede rechazarlo; pero su madre, seguirá amándolo, porque es su hijo; y el amor maternal está por encima de todo.
Si en alguna ocasión nos sentimos ofendidos, no recuramos nunca a vengarnos de esa persona; porque la venganza es vil y despreciable. Si contestamos a esa ofensa vengándonos, estamos creando una cadena de digustos y de odios, que sobreponiéndose unos a otros irá en aumento, y puede llegar a situaciones desastrosas.
En cambio, quien perdona al que le ha ofendido se engrandece ante él; porque le está demostrando que la nobleza de sus sentimientos está por encima de todas esas miserias humanas.
Cuando rezamos el Padre nuestro, algunas veces lo hacemos así un poco a la ligera, sin pensar mucho en lo que estamos diciendo. Y es una oración, para decirla sosegadamente y reflexionar en lo que estamos pidiendo a Dios. Solamente voy a citar una frase de la segunda parte, que dice así: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Al pronunciar esta frase, ¿Somos conscientes de lo que estamos diciendo? ¿Estamos también nosotros dispuestos a perdonar? Si tú no perdonas a tu hermano, ¿Cómo pides perdón para ti?
Pedir a Dios que nos perdone y continuar nosotros odiando a nuestro prójimo carece de lógica, no tiene sentido. Tenemos pues, que perdonar.
Llega la noche. Ya está todo preparado para que la procesión salga a la hora de costumbre. Esta noche el primero de los Pasos es el de Cristo Crucificado.
A esta Imagen le tengo yo un cariño especial, porque tuve la satisfacción durante unos años, de ser uno de los Hermanos Mayores de ésta Cofradía. En aquellos tiempos, los recursos económicos de esta Hermandad eran escasos, y teníamos que ingeniarnos para hacer combinaciones en los adornos del trono, fabricando nosotros mismos candelabros de madera, farolillos de papel para el alumbrado y otras cosas parecidas; pero lo hacíamos con mucho entusiasmo y todo salía adelante.
Otra de las características de ésta Imagen es que fue tallado por un hijo de Cómpeta, ya difunto, Don Plácido Ávila Reina, y es motivo de orgullo para nosotros, que su autor, que fue paisano nuestro, nos dejara como recuerdo una obra tan bella.
Sigue después la Piedad. La Virgen de las Angustias. A su paso, podemos observar en su rostro los huellas del dolor.
Y ahora me dirijo a las mujeres; especialmente a las que sois madres. Porque vosotras podéis apreciar y comprender mejor que nadie, lo que estaría pasando en el corazón de María, cuando pusieron en su regazo el Cuerpo sin vida de su Hijo.
Estas, como en toda la Pasión, son escenas indescriptibles, porque por mucho que digamos, nunca podremos reflejar con exactitud todo el dolor y el sufrimiento de una madre ante su hijo muerto.
La Magdalena, vuelve otra vez con Cristo y ya no dejará de acompañarlo hasta la Resurrección.
Ahora viene el Santo Sepulcro. ¿Qué podemos decir ante el Cuerpo de un Dios que ha muerto por nosotros? Nada. Quedémonos callados, porque hay ocasiones, que permaneciendo en silencio podemos decir muchas mas cosas y más profundas que con la palabra.
Sigue otra vez la Virgen Dolorosa. Si ante el Sepulcro de Jesús hemos callado, ¿Qué podemos decir ante su Madre, que con el corazón atravesado por el dolor y la angustia va siempre siguiendo a su Hijo? Yo ya no puedo decir nada. Esta situación no sé describirla, no tengo palabras para ello. Que cada cual reflexione y lo haga a su modo.
Esta procesión es triste, solemne; y en su recorrido, hay ciertos sitios en que la calle es muy estrecha y los brazos de la Cruz del Cristo pasan muy cerca de las paredes. Y ocurre algunas veces, que vemos una mano alargada desde un balcón, para tocar con los dedos esa otra mano de Jesús que va clavada al madero. Este es un detalle, que en apariencia no tiene importancia y pasa desapercibido; pero si nos paramos un poco a examinarlo, veremos que en el fondo hay un amor y una fe manifiesta en esa persona, que con tanto interés quiere tocar la Imagen del Crucificado.
Otra manera de expresar su fe cristiana, con esas personas que van soportando todas las incomodidades y sufrimientos que supone el ir con los pies descalzos, en cumplimiento de una promesa por los favores recibidos.
Continúa avanzando, y cuando va por La Carrera, la Luna que en estas noches está llena, desde la altura se asoma por entre los olivos para ver el paso de la procesión; y en su redonda faz, parece que se dibuja un gesto de satisfacción, al ver cómo el pueblo de Cómpeta acompaña a Cristo y a su Madre.
Queda por último, su entrada en la plaza, que cuando ya han llegado todos los tronos ofrece un hermoso cuadro, al ver juntas a todas las Imágenes.
Las cornetas, los tambores, la música... En esta noche de primavera, una suave brisa, mueve las hojas de los árboles. El chorro de agua de la fuente se desliza con un leve murmullo, y los faroles que alumbran la plaza nos brindan toda su luz, para que podamos contemplar mejor esta escena maravillosa.
Durante unos segundos, se hace un silencio total; impresionante... Empieza a crecer la emoción, y llega a tal punto, que hasta las velas que van encendidas, como si ellas quisieran participar también de este ambiente, parece que se unen a nosotros con un silencioso llanto, y van derramando por el suelo sus lágrimas de cera derretida. Esta cera caliente, deja el aire impregnado de un olor parecido al incienso, y nuestro pensamiento vuela hacia el Cielo, como una muda oración.
Son momentos de recogimiento. Son momentos de amor. Son momentos de paz.
Unas tras otra, las Imágenes van entrando en la Iglesia, y acto seguido, empiezan los preparativos para la procesión de la Soledad que sale a continuación.
Ahora, solamente va la Virgen de los Dolores. Pero aquí no va sola como la dejaron allá después de las escenas del Calvario; porque en este pueblo, lo mismo que los hombres por la mañana seguían a Cristo en el Vía Crucis, ahora las mujeres, también acompañan a María su Madre; con el mismo amor y con la misma fe; y con sus cánticos y oraciones, le van diciendo que no está sola, porque ellas quieren estar a su lado no sólo en la procesión sino también en todas las ocasiones de su vida.
Son tantas las mujeres que van a esta procesión, que cuando llega de retorno a la plaza, las filas tienen que doblarse varias veces para que haya sitio para todas.
Esta noche, la hora ya es algo avanzada, y sólo se detiene breves momentos, tras los cuales entra en el Templo. Dando así por terminados los actos del Viernes.
Como ha sido un día de mucho movimiento, la gente se retira a sus casas, en busca de un merecido descanso.
SABADO SANTO O SABADO DE GLORIA: Este día es como paréntesis en la semana, porque aparece normal y tranquilo como cualquier día de trabajo.
Por la noche, se celebran los Oficios y después en la Misa tiene lugar el momento supremo de estos días y a la vez el más hermoso; que es la Resurrección de Cristo.
Todos nos sentimos alegres porque Cristo ha vencido a la muerte. Cristo ha Resucitado.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN: Hoy es Cristo Resucitado quien pasa por las calles del pueblo. Esta procesión, con la cual terminan los actos de estos días, ya no es de pena y dolor como las anteriores, sino de regocijo y alegría; porque con la Resurrección, han quedado atrás todas las amarguras y sinsabores de los días pasados.
María Magdalena, participando también del gozo de este día y celebrando el triunfo del Señor, va alegre y sonriente como una chiquilla cuando estrena vestido nuevo. Y la otra María, la Madre de Jesús, toda llena de majestad y de gloria, nos va sonriendo a todos con ese cariño y esa ternura que lleva en su corazón de Madre.
Las cornetas y tambores suenan de una manera distinta. La Banda Municipal dejó de tocar las marchas fúnebres y ahora nos deleita con música más alegre; y hasta las campanas en lo alto de la torre no dejan de repicar, y con sus voces de bronce también nos están diciendo y proclamando a los cuatro vientos que Cristo ha resucitado.
Ya han terminado la procesiones. Pero la alegría persiste en todos. Los gritos y las risas infantiles ponen una nota alegre en el ambiente. La juventud se mueve con soltura de un sitio para otro y los mayores en un tono más calmado, también manifestamos nuestro contento.
Pasaron los días tristes de la Pasión. Se abre en nuestra vida en un nuevo capítulo. Capítulo de esperanza, porque Cristo Resucitado, también nos mira con una sonrisa, con la cual nos está invitando a que nos acerquemos a Él. Aprovechamos esta oportunidad; resucitemos también nosotros a una vida nueva, olvidando nuestros rencores y nuestros disgustos que a nada bueno conducen. Respetémonos plácida y tranquilamente como buenos vecinos.
Antes de terminar, quiero felicitar a las Cofradías por el interés que ponen para que todo salga bien; y al mismo tiempo, animarlos para que sigan trabajando en pro de nuestra Semana Santa. Sé que el trabajo es duro, que se presentan muchos inconvenientes, pero vosotros seguid con fe y con entusiasmo, y veréis como todo sale adelante.
También quiero recordar, que hay un grupo de hombres, yo diría de hombres anónimos, de los cuales su nombre no se menciona para nada, y que son sin embargo, imprescindibles para nuestras procesiones.
Me estoy refiriendo a los que llevan las Imágenes; y nunca mejor que ahora se puede decir que son los que meten el hombro.
Estos señores, de una manera callada y sin ninguna ostentación, van desempeñando un papel importantísimo; porque ellos son los motores que ponen en marcha a todos esos tronos que desfilan por nuestras calles durante esta semana.
A ellos, también los felicito, por llevar a cabo una labor tan dura y que tiene mucho más mérito, cuando desde el punto de vista económico vemos que lo hacen de una manera totalmente desinteresada.
Esta es una buena labor reconocida por todos, y estoy seguro de no equivocarme, cuando al dirigirme a ellos les digo que todo el pueblo les está agradecido, por el esfuerzo que hacen al colaborar de una manera tan positiva en nuestras procesiones.
Pido a las Autoridades, al Ayuntamiento ya todos los hombre y mujeres de Cómpeta, que ayuden en lo que puedan a las Cofradías, para que todos unidos trabajen porque nuestras procesiones.
Os pido también, que todos juntos, os unáis a nuestro Párroco Don Jesús, que como sabéis, tiene varios pueblos a su cargo. Todos sus quehaceres serán más fáciles para él si cuenta con vuestra ayuda, no solamente en lo que respecta a la Semana Santa sino también en todas las tareas concernientes a la Parroquia.
Y para finalizar, quiero daros las gracias a todos por la atención con que me habéis estado escuchando, y también por la paciencia con que me habéis soportado hasta el final.
Deseo que pasemos todos juntos y celebremos una intensa Semana Santa, que culmine después con el día feliz de la Resurrección; y que vivamos con el propósito de ser mejores, de ayudarnos unos a otros, y ya veréis cómo la vida se va desarrollando en un ambiente de solidaridad, de concordia y de paz.
No olvidemos nunca, que Dios está siempre dispuesto a perdonarnos si nuestro arrepentimiento es sincero.
Acudamos a Él con confianza. Y si en alguna ocasión vemos que hay personas que nos han faltado o nos han ofendido en algo, pidamos también a Dios que los perdone, porque a lo mejor, ni ellos mismos se daban cuenta de que nos estaban ofendiendo, y no sabían lo que hacían.
Pero antes, tenemos que perdonarlos nosotros. Y una vez que los hayamos perdonado, entonces, podremos dirigir nuestra mirada hacia Cristo Resucitado y decirle:
Señor, perdóname a mí, y perdona también a los que me ofenden.
Yo ya los he perdonado. Perdónalos Tú también Señor.
Perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Cómpeta 8 de Abril de 1995